Por: Víctor Carranza
Son pocos los maestros y magos que logran exitosamente una operación cicatriz, pues en política no es cosa menor hacer que un aspirante desista de sus intenciones para contender en una elección. La muestra está en la «institucionalidad» que imponía el priismo recalcitrante del pasado siglo, «nadie por encima de la institución», pues las personas que violaron este principio condujeron al país a una guerra civil denominada «la revolución mexicana»… o al menos, esa era la lógica partidista de aquellos tiempos.
Mario Delgado ha venido evitando un incendio en la pradera, soltando a cuentagotas candidaturas, sentando a candidatos de rentabilidad como García Harfuch y por otro lado, poniendo en jaque a estados enteros (como en el caso de Nayarit), por no sujetarse a las reglas del juego, las reglas de su juego. En Michoacán las designaciones nacionales han sido azote de muchos y consuelo de otros, ergo, Raúl Morón y Celeste Ascencio en el senado y Torres Piña en Morelia suenan como una formula mágica que garantizaría muchos votos para el partido guinda… pero la realidad no se acerca ni un poco a esta utopía donde todos ganarían.
La cosa luce complicada pues ni uno ni otro han tenido deferencias para sus candidaturas, hemos visto al profe Raúl recorrer la ciudad que gobernó solo, con su equipo o con una sola candidata. Por otro lado, no ha asistido a los actos oficiales de unción de Torres Piña, a quien también le han faltado operadores eficientes que evitaran el enfrentamiento público que sostienen personajes de la talla de Juan Carlos Barragán ó Miguel Angel Villegas pidiendo ser incluidos en el proyecto del ex secretario de gobierno.
Para sumar al ya de por sí caótico escenario, se suscitan voces que denuncian irregularidades en el proceso al interior del estado, como es el caso de Apatzingán, donde José Luis Cruz Lucatero contenderá por la diputación federal y esperaba que alguno de los suyos jugara por la presidencia municipal, siendo designada la recién llegada Fanny Arreola Pichardo, cuestionada por su origen perredista y cobijada por el grupo gobernante; a la diputación local resultó beneficiada la regidora Sandra Olimpia Garibay, cuadro afín al gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, quien sin duda, debería estar satisfecho, pues asegura candidaturas de alta rentabilidad para el Congreso del Estado, sin embargo, parte de sus cuadros y los de Torres Piña no lo ven así.
Otra vez, el mito de «la marca» hace tanto daño, pues la operación cicatriz no es posible toda vez que la mayoría de cuadros destacados del bedollismo y del ADN de Torres Piña, esperaban una mágica unción, asegurando que son «la estructura más importante» del estado (lo que sea que eso les signifique), pero al revisar sus números a nivel de posicionamiento, no eran muy distintos a los de sus adversarios y en ese escenario, bajo esas premisas, la política se impone y las decisiones de «la mesa» buscan lograr equilibrios estatales, más allá de criterios municipales. Se les hace bolas el engrudo, sin embargo, el tiempo es tan poco que no habrá mucho lugar para pataleo y discusiones, en prácticamente 10 días veremos las calles tapizadas de propaganda y los candidatos andarán en la calle con una renovada e inusitada dosis de humildad. Salúdelos, será divertido.