Por Bryan LeBarón
El 2024 sin duda es un año que nos permitirá repensarnos como país, porque lo que está en juego es mucho más que un cambio de gobierno, o más que la forma en que se conducirán las elecciones, el gran reto que tenemos es la forma en que participaremos como ciudadanos y cómo abordaremos los grandes temas nacionales.
Ya no podemos seguir siendo el país de los otros datos, porque pasó de ser algo “anecdótico” a algo sumamente peligroso. Se hizo costumbre que ante cada problema, el presidente Andrés Manuel López Obrador saliera a desmentir o simplemente desvirtuarlo señalando que él “tenía otros datos” un juego que le permitió esquivar las fuertes cifras de inseguridad, pero que, en un ejercicio reflexivo, fue muy poco saludable que tomará decisiones basados en su “información”.
Quiero poner un ejemplo. Si de algo presume el presidente es que cada mañana inicia su reunión de seguridad a las 6 de la mañana y durante una hora, revisan el panorama nacional sobre el tema, más allá que siempre fue un despropósito que le brindara sólo una hora mientras a sus conferencias de prensa, podría quedarse hasta más de 3 horas, siempre hablando y desviando el tema a su conveniencia, las imprecisiones que veían eran alarmantes.
En una de estas reuniones mañaneras, seguramente un 5 de noviembre de 2019, se le presentó el dato de que un día antes, 6 personas habían sido asesinados en Bavispe, Sonora, cuando fueron 3 mujeres y 6 niños; lo sabemos porque fue el día de la masacre en contra de nuestra familia, y como esta información encontramos muchas inconsistencias.
Durante 5 años y seguramente así terminará su sexenio, se la pasó tomando decisiones con datos muy convenientes para su imagen y para lo que él entendió como “su investidura”. Otro gran ejemplo fue el tema de las cifras de desaparecidos, prefirió iniciar un nuevo conteo, que, por sus antecedentes, carece de toda credibilidad, antes de aceptar que el país se le había ido de las manos en cuestión de procurar seguridad.
Sin duda el de Andrés Manuel López Obrador terminará siendo el sexenio más violento de la historia; de hecho, hace un par de meses, la COPARMEX, señaló que durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador se habían registrado más de 134 mil 594 homicidios en carpetas de investigación del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, mientras que en el gobierno de Enrique Peña Nieto hubo 89 mil 860 carpetas por homicidio.
Es cierto que al presidente tabasqueño le heredaron un país con una violencia creciente, pero también debería aceptar que nunca entendió el problema de la violencia, lo cual hizo que empleara una estrategia de seguridad que no dio resultados, que se basó en “abrazos” que lo único que provocó fue dejar a los criminales el camino libre para seguir haciendo de las suyas.
Fue tanto su empeño en que la gente lo conociera como un presidente “humanistas” que logró lo contrario, porque con cada asesinato que pudo evitar, tomando acciones “tibias”, deshumanizó un poco más al país, normalizando la violencia y sometiéndolo a la dictadura del miedo, que es la peor que puede existir.
Así que este año nuestro papel será muy importante, porque es necesario cambiar de rumbo. Llegue quien llegue al poder es urgente que alcemos cada vez más la voz y presionemos a nuestras autoridades, porque sí se pueden hacer grandes cambios si nos unimos. Muestras hay muchas, porque si de algo podemos estar seguros, es que la gran oposición a la que se enfrentó el presidente en su sexenio, fue la de los ciudadanos indignados que nunca se conformaron con “otros datos”