Coliseo/ Jorge Osnaya
En días pasados el Presidente Andrés Manuel López Obrador, marcó una vez más la agenda, informando que enviará al Congreso de la Unión una propuesta de reforma electoral, lo que automáticamente hizo que los partidos de oposición, anunciaran que tenían una contrapropuesta en esta materia, lo que está generando un debate.
La segunda vuelta en elección presidencial también conocida como ballotage, del francés ballot que significa voto, es una de las propuestas que están sobre la mesa. Los candidatos que participan en un proceso electoral deben obtener la mayoría absoluta (50% más uno de los votos) para triunfar en la primera vuelta, en caso de que ninguno de los candidatos alcance ésta mayoría, se elegirá a los dos con mayor votación e irán días después a la segunda vuelta y la o el mayor votado, será el ganador de la elección.
Esta no es la primera vez que se busca llevar este tema a la Cámara de Diputados, inclusive en el año 1997 y 2000 se aplicó este método en las elecciones municipales en el Estado de San Luis Potosí; después fue descontinuado por distintas causas, entre ellas la baja afluencia de participación del electorado en la segunda vuelta, empero, considero que vale la pena analizar si nuestro país está preparado para vivir una elección presidencial bajo esta regla.
La legitimación del candidato que resulte electo, es una de las ventajas que nos da este sistema electoral, recordemos la elección presidencial del 2006 en donde Felipe Calderón logró el triunfo con un estrecho margen de tan solo 236,006 votos, lo que lo colocó en una posición de debilidad e inestabilidad política. Este sistema, es fácil de asimilar para el ciudadano, promueve el voto estratégico, ya que hace que reaccione ante los cambios que ocurran en el escenario entre la primera y la segunda vuelta, lo que concede a los electores mayor poder de decisión.
La evolución de la democracia debe ser constante para que cumpla su objetivo en los diferentes contextos que vivimos, por eso considero que quienes hoy pretenden reformar las instituciones y las leyes electorales, primero deben informar a las y los ciudadanos como alguna de sus propuestas, fomentan su participación y empoderan al electorado. No cabe duda que la elección presidencial del 2024 se vivirá en un ambiente de polarización, por lo que la segunda vuelta puede atenuar los conflictos post electorales y generar una transmisión pacífica y legítima del poder.