Por Bryan LeBarón
Antes de iniciar mi reflexión, quisiera externar toda mi solidaridad a la población de Ucrania que está sufriendo las consecuencias de un ambiente bélico.
Quiero señalar que en este mundo ninguna pérdida humana vale la pena; nuestra oportunidad de vivir no puede ser arrebatada o empeñada para satisfacer los intereses de una persona o grupo; pero creo que las lamentables noticias que nos llegan del exterior, nos pueden dimensionar por lo que atravesamos como país, y no tengo duda: estamos en una guerra interna, la que peligrosamente se ha normalizado, y que el gobierno prefiere esconder bajo una alfombra.
No quiero ahondar en estadísticas, porque una sola muerte debería suficiente para prender alertas de que algo está fallando, pero de acuerdo algunas estimaciones, tras cuatro días de guerra en Ucrania van 352 muertes, pero en México todos los días mueren víctimas de la violencia 101 mexicanos en promedio.
Hablamos de que Ucrania está en Guerra, mientras México se supone es un país que vive en paz, donde el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha declarado una batalla a abrazos, y por tanto el crimen organizado, que no es tan cariñoso, va expandiéndose cada vez más.
Pero en una cuestión de buena voluntad, quizá el presidente López Obrador no sabe dónde está parado, porque no se ha informado sobre el panorama que orilla a una declaración de guerra.
Las causas más contundentes que motivan el inicio de una guerra son:
Agresión al territorio, bienes o patrimonios de ciudadanos; invasión, ocupación no autorizada o algún acto intrusivo; actos hostiles relevantes por parte de un país que malogran un tratado establecido o la convivencia armónica; incumplimiento de tratados (en este caso podemos decir que los criminales violan cuanta ley encuentran en el camino); actos terroristas; amenaza evidente sobre el bien nacional; amenaza al orden interno.
Todas estas atenuantes las encontramos todos los días en nuestro territorio, todas sin excepción.
Por ejemplo, entre 2020 y 2021, se estimaron más de 37,000 desplazados en México. Significa que miles de famlias tuvieron que salir huyendo de sus territorios para proteger a los suyos, dejando tierras, sueños, y el amado terruño.
Mientras el crimen avanza e invade territorio, apropiandose de los bienes de la gente, de la forma más violenta posible, estamos coartando nuestro crecimiento como país, pues el costo de la violencia en México equivale al 22.5% del PIB.
Es decir las empresas no invierten porque les queman sus plantas y camiones en los carreteras si no pagan extorsiones; o secuestran a empleados en las ciudades fronterizas; o simplemente, se van a vivir a otros países, quienes tiene el capital para hacerlo.
Pero hay una evidencia más que nos sacude todos los días como mexicanos, y es la saña y forma en que los grupos criminales se hacen presentes, son sin duda actos terroristas. Por ejemplo, hay videos de la ejecución de 16 personas en Michoacán, que asistían a un funeral, sin embargo, no pueden encontrar los cuerpos, y a pesar de la evidencia, desde la Presidencia de la República, se pone en duda que haya existido este episodio.
Así podemos seguir enumerando los actos terroristas; desde la masacre a nuestra familia, hasta los cuerpos tirados en las carreteras de este país y los que cuelgan de diversos puentes en el norte de la ciudad, o los grupos de delncuentes que circulan por la la ciudad matando inocentes al azar.
Sin duda estamos en guerra, pero nuestro gobierno tiene miedo a responder. Si los grupos criminales fueran de otro país estaríamos ante una agresión descomunal, sin embargo, son mexicanos, y ante los hechos nos debemos aguantar por la falsa idea de soberanía que defiende el presidente.
Parece decir, “es nuestra guerra y con nuestros criminales nadie se mete”, ahí sí tomaría sentido su frase “Abrazos, no balazos”.
Posdata:
Enhorabuena a la Suprema Corte de Justicia de la Nación por su resolución en contra del delito de Ultrajes a la Autoridad en Veracruz, muchos inocentes podrán salir en libertad, y este debate se reforzó por José Manuel del Río, cuyo caso, aunque diferente, destapó la cloaca que existía en materia de justicia. Confíamos en que pronto saldrá libre.