“Aunque su vida, a causa de su voluntaria marginalidad, es poco clara y nadie, a pesar de los espléndidos estudios que se le han dedicado, ha logrado hasta ahora componer una buena biografía, hay, en los escasos y contradictorios datos que tenemos sobre ella, ciertos elementos que nos permiten acercarnos no sólo al contenido de esa experiencia sino a la exquisita originalidad de su obra” (Javier Sicilia, La pasión de Concha Urquiza, en La Jornada, 13 de junio 2010).
¿Cómo era la ciudad de Morelia hace cien años? Seguramente que la estructura material, siempre producto de las manos humanas, tenía un semblante distinto, los vestigios fotográficos nos lo enseñan. Vino la Revolución Mexicana y se fue, llegó la persecución religiosa, – La Cristiada- y se fue, y siguió fraguándose la cultura de la capital michoacana entre el acelerador con sueños de modernidad y el freno de la violencia.
Remontándonos a aquellos tiempos, el 24 de diciembre de 1910 en la calzada de Fray Antonio de San Miguel, o calzada de Guadalupe, nació María Concepción Urquiza del Valle. Muy niña pierde a su padre, el señor Luis; y su madre, con ella y dos hijos más, decide mudarse a la Ciudad de México, donde Concha realizó sus estudios elementales, descubriendo su fina pluma poética. Nuestra Concha Urquiza, también vivió en Nueva York cinco años, entre sus dieciocho y veintitrés años. Su espíritu andariego y así poético, encontró un posible camino militando con el partido comunista, dejándolo después de un rato a causa de una crisis espiritual que la llevó a recuperar sus raíces católicas.
Buscó aquí y allá, en el amor de pareja, en el aspirantado de las Hijas del Espíritu Santo, y en la Universidad de San Luis Potosí como catedrática. Después de este paseo entre Ciudad de México, Nueva York y San Luis Potosí, su pluma regresa a Morelia, donde en la revista Viñetas de la Literatura Michoacana, compartió créditos con Porfirio Martínez, Miguel Castro Ruiz, P. Francisco Alday, Miguel Bernal Jiménez, Alejandro Avilés, P. Manuel Ponce y otros morelianos de nacimiento o de espíritu.
Pero la vida y el cuaderno de Concha Urquiza es breve, pues ahogada en el mar de Ensenada muere a los 35 años el 20 de junio de 1945. Entre una lluvia recia de poemas que cayeron tras la muerte de esta poetiza moreliana del siglo XX, hay dos testimonios que vale la pena escuchar. El primero es del padre Francisco Alday:
Juega en el mar Concha Urquiza
y el mar a penas se riza…
Adolescencia de ola
que a penas toca su frente,
y está con la ola sola,
con la ola adolescente.
Concha, el mar la quiere suya
por su nombre y por su perla,
y la consciente y arrulla
para nunca devolverla.
El otro testimonio es del padre Gabriel Méndez Plancarte:
Este mar te abrazó con sus cristales
y te virtió su filtro de amargura,
cuando a tu cuerpo de doncella pura
ciñó sus traicioneras espirales.
(…)
Enamorado, el mar pudo matarte,
pero impotente fue para arrancarte
tu blanco grito y tu triunfal corola.
Con poesía y prosa regada por aquí y por allá, su obra completa, ya recopilada, la tenemos gracias a los trabajos de su buen amigo Gabriel Méndez Plancarte, quien en 1946 la da a conocer. En esta ciudad de Morelia, varias décadas después, el periodista y literato Alejandro Avilés, tenía un taller de literatura con el nombre “Concha Urquiza”, donde varias personas se formaron en poesía y narrativa.
Hoy el nombre de esta poetiza moreliana que nace aquí y muere ligada literariamente con esta misma ciudad, no es tan conocido en la literatura de divulgación, de hecho, si a raíz de este encuentro alguien desea obtener un libro, alguna antología de esta mujer, tendrá que comprar libros usados. Dios quiera que se promueva una edición completa de sus obras para que los jóvenes conozcan a esta poetisa que escribía con hondura y claridad.
Una búsqueda rápida en Internet, sea donde sea, muestra que a Concha se le compara con la gran Sor Juan Inés de la Cruz, de quien, por cierto, celebramos hoy su natalicio. Unos críticos dirán que Concha es mejor o peor que la Décima Musa, lo cierto es que el encuentro y las comparaciones entre ambas vienen porque para comenzar, estos dos nombres son de mujeres, escasas en los índices de poetas de ayer y de hoy, segundo, porque ambas mueren jóvenes, y tercero, porque las dos, echando uso de sus sentimientos vibrantes de su ser femenino, hablan de cosas de Dios, se meten con Dios siendo y permaneciendo siempre ellas mismas.
¿Cuál es la distancia entre Sor Juana y Concha Urquiza? Toda la que cabe entre un par de siglos. Nosotros dejaremos que los estudiosos y los críticos las sigan peleando, mientras tanto queremos esta tarde escuchar los versos de esta mujer moreliana.
Mi profundo reconocimiento para los organizadores de esta Primera Feria Nacional del Libro de Morelia, por comenzar así, haciendo memoria de una gran mujer de letras que por vez primera vio el sol y la luna desde Morelia, y donde sus letras, ya maduras, se imprimieron y se divulgaron siempre desde aquí.
El legado poético que hoy presentamos sigue con un recital preparado por la “poeta” Edith Tinoco, moreliana crecida precisamente en el taller de literatura Concha Urquiza que hace un momento mencioné coordinaba Alejandro Avilés. Después, escucharemos el análisis y los comentarios de un experto en poesía, el Dr. Henoc Valencia, cuyo recorrido literario entre universidad y editoriales mexicanas lo ha llevado a publicar instrumentos para hacer y apreciar poesía.
Sigamos, pues, y pasemos por el pórtico que a punta de poesía nos construyó la moreliana Concha Urquiza.
P. Francisco Armando Gómez Ruiz