Por Teresa Da Cunha Lopes
Mi primer trabajo escolar en La Sorbonne fue sobre el impacto de la peste en el surgimiento de un campesinado libre en occidente y de la emergencia de una mano de obra cuyo salario promedio permitía la acumulación y transmisión de riqueza, en el seno de una clase social que había estado marginalizada. Me basé, en ese lejano 1977, en diversos trabajos de grandes historiadores , en particular en Emmanuel Le Roy Ladurie y Robert Fossier.
Con las debidas diferencias , estamos observando las mismas tendencias, que tienen ya (y, tendrán en los meses venideros), un impacto directo en la demanda de diversos tipos de competencias y destrezas a nivel global y, por ende producirán una reactivación de sectores específicos del mercado del trabajo. Lo que traerá una revalorización de la mano de obra especializada.
O sea, son días de miedo, pero no son días sin visión ni luz al final del túnel.
A lo largo de la historia mundial, han existido ciclos de pandemia, que generaron depresiones económicas y, refundaciones políticas, sociales , reorganización de los sistemas productivos y nuevas doctrinas económicas. Fueron tiempos aterradores, tuvieron sus picos y, altísimos costos en vidas humanas. Malthus, en su momento , retiró de esos episodios las lecciones para su teoría.
Sin embargo, eran otros tiempos y, las opciones tecnocientíficas escasas, o casi nulas, comparadas con las herramientas que hoy tenemos en manos (que podemos y debemos usar).
La diferencia entre las pandemias en el Antigo régimen y las actuales fueron evidenciadas en el 2003 y, en el 2009. A pesar de una mundialización de la economía, de una globalización de flujos, de interconexiones y de movimientos masivos poblacionales, incluyendo la integración de los mercados financieros, tanto en el 2003 como en el 2009 se relucieron los impactos, hubo contención y, a su tiempo la producción de una vacuna y, de protocolos de tratamiento.
En consecuencia, no experimentamos una repetición completa ni de los costos en vidas de la Grande Peste (siglo XIV) ni de la Gripe española (post Primera Guerra Mundial, primera mitad del siglo XX) ) y, en términos económicos evitamos ( a pesar de que la crisis sanitaria del 2009 atacó en el período inmediato a la crisis económica del 2008) rehacer los errores de la Gran Depresión. Así que, hay quien ha afirmado que el sistema funcionó, en el sentido de que los legisladores hicieron lo que se tenía que hacer para evitar la catástrofe y, los tecnicos y los científicos proporcionaron los instrumentos prácticos para minorar impactos y, avanzar con los ejes de recuperación.
Esta interpretación, es reforzada por el papel que jugaron las nuevas tecnologías en el 2003, en el 2009 y que, de nuevo en el 2020 están operando.
Las nuevas tecnologías son herramientas súper eficaces para la individualización y el seguimiento de los contagios y para mantener a las personas y a las autoridades informadas de los riesgos, individuales y colectivos, geolocalizables sobre territorios específicos. La cuestión de la geolocalización es un arma de dos filos. Por un lado , permiten una eficiencia de intervención necesaria ( diría yo, casi obligatoria) para actuar con rapidez, responder con los recursos necesarios y, también para permitir que actividades gubernamentales, impartición de justicia, económicas y educativas puedan funcionar a distancia , a partir de plataformas que permiten operar el e-gobierno, e-justicia , el e-learning, el teletrabajo y el e-commerce , etc.
Pero, por otro lado, tienen sus riesgos (que dejaremos para otra columna de opinión), centrados en las derivas autoritarias/securitarias, en particular relacionadas con el uso de los datos de geolocalización y otras prácticas invasivas de la privacidad. De hecho , su uso está prohibido o limitado a circunstancias muy específicas, en la mayor parte de los países (hablo de las democracias). Así que, tenemos aquí una tarea pendiente, cómo encontrar un equilibrio entre el pragmatismo utilitario y las salvaguardas jurídicas y, como transplantar este para prácticas (siempre transitorias y, nunca permanentes) definidas para tiempos de emergencia (pandemia).
Pero esto es cierto solo a medias. Es bien verdad , que en el 2003 y 2009 evitamos el desastre total, aunque, no obstante, experimentamos una caída del empleo enorme y sostenida, que tuvo como consecuencia un inmenso coste humano y económico. Es muy posible además que allanara el camino hacia la actual crisis política de las democracias .
El problema es que, ante la depresión que se nos cae arriba como consecuencia de un evento (que la ciencia predijo, pero los políticos ignoraron) la “racionalidad” del “Homo economicus” es un mito. Y, si bien todos nosotros lo sabemos, porque lo aprendimos en carne propia, con la caída de los indicadores de la calidad de vida, en el descenso a los infiernos de la pobreza, en otros eventos similares anteriores , aparentemente los que tienen la rectoría de la política económica en México, no lo pueden ver, atrapados en la cueva del «paradigma» económico vigente. Su visión de la realidad es fruto de una “imago mundi”, de la imagen conceptual arcaica, probadamente errada, pero de la cual no pueden escapar a la hora de producir el modelo de reproducción de la plutocracia enmascaro con una narrativa nacionalista /mesiánica.
Que sean días de miedo, no deben ser transformados en días de obstrucción. Hay múltiples respuestas, pero el factor más importante es el político: el obstruccionismo cínico y de mala fe practicado desde el nível más alto del grupo decisor que niega la necesidad de un paquete de estímulos económicos, es al mismo tiempo contraproductivo y aterrador.
Una doble crisis sanitaria y económica es paralizante. Si, regresamos al 2008/2009 , loo perjudicial que resultó la crisis financiera —la interrupción de los mercados de crédito que siguió al hundimiento de Lehman—, fue bastante breve. Y, fue bastante breve , porque existieron los necesarios estímulos económicos y fiscales para paliar su impacto. Según Krugman: ”Las mediciones del estrés financiero, que incluyen cosas como el diferencial de tipos de interés de los activos de riesgo, se dispararon durante unos meses, pero enseguida volvieron a la normalidad. El aspecto puramente financiero de la crisis estaba básicamente superado en el verano de 2009.” O sea, los estímulos, no solamente son necesarios, sino que funcionan. Lo mismo, sería observable con la política de respuesta a la “austeridad” del rescate aplicada por Mario Centeno en el caso portugués . Según El País : “Los números macroeconómicos del «superministro» socialista Mário Centeno han traspasado fronteras y han colocado a Portugal como un ejemplo de recuperación en Europa (…). En 2015, cuando Costa dio la vuelta a su derrota electoral y llegó al Ejecutivo aupado por la izquierda, los socialistas encontraron un país bajo el yugo de la austeridad. En estos cuatro años han logrado su «milagro»: actualizaron salarios en la administración, descongelaron carreras, revalorizaron pensiones y redujeron los impuestos a los rendimientos del trabajo.”
O sea, las economías deprimidas, si bien imponen rigor de números, contención de gastos, necesitan (más que nunca) de respuestas adecuadas que no pueden quedar cortas, ni pueden ser sostenibles en base a recortes y, en la ausencia de estímulos , de cambio de paradigma y de solucciones estratégicas microdiseñadas.
Necesitan del rigor matemático de Tinbergen, rigor necesario que por sí solo no nos da una solución. Tenemos que contar con modelos de una economía de guerra, a nivel de producción y, principalmente de distribución, que se adecue a las nuevas estructuras de la 4a globalización, principalmente que use las posibilidades de la robotizacion, de la inteligencia artificial y de las tecnologías de la información. Las soluciones serían entonces , diseñadas estratégicamente, comunidad a comunidad, a la manera como la premio Nobel del año pasado , Duflo lo propuso. Tal como el coronavirus se adapta al ADN del individuo, las medidas y, los instrumentos de implementación, deberían ser diseñadas , a partir del rigor matemático de un Tinbergen, de una filosofía del Bienestar de Keynes y, de una “terapia intensiva» localizada y, diferenciada , a la Duflo
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