Por Hugo Gutiérrez. Enviado
Culiacán, 24 Oct. (Notimex).- Muchos de los críticos del operativo para detener a Ovidio Guzmán López, que corrieron y se tiraron al suelo durante la balacera en Culilacán, han sido testigos silenciosos, y en algunos casos hasta orgullosos, de la “narcocultura” arraigada en el estado.
El perfil del “narcojunior” en Culiacán es un fenómeno preocupante y puede verse, incluso, en las redes sociales, en las que presumen autos, felinos africanos y fajos de dólares frente a la cámara.
La “buchona”, que muestra un gran trasero y porta un fusil de alto poder, y los narcocorridos del Movimiento Alterado que idealizan a sicarios y capos de El Cártel de Sinaloa, son los moldes de un nuevo perfil de pistoleros.
El narcotráfico y sus capos han sido durante 50 años admirados por una parte de la población, que ha testimoniado cómo los delincuentes se pasean por Culiacán en autos de lujo, acuden a restaurantes, antros, «arrancones» de autos deportivos, funciones de box, peleas de gallos y carreras de caballos.
Pero desde 2010, aproximadamente, la apología del narcotráfico en Culiacán ha moldeado el perfil de un pistolero que parece no distinguir entre sus enemigos, la autoridad y la población civil que lo rodea.
El estilo de vida violento y lujoso, es parte de una “narcocultura” que parece dejar atrás a los narcotraficantes que hasta regalaban obras y dinero a las clases necesitadas que rodeaban sus territorios.
El “narcojunior” y la “buchona” solamente piensan en ellos y lo presumen con sus automóviles, armas bañadas en oro y con incrustaciones de piedras preciosas, drogas y whiskey.
La “buchona” se opera los labios, los glúteos, los senos y la cintura, viste ropa de diseñador, se alacia el cabello y se toma fotografías con armas de alto poder en sus manos.
Y el Movimiento Alterado producido principalmente por los hermanos Adolfo y Omar Valenzuela Rivera, ambos de Culiacán, hasta parece recrear con una canción de 2011, de Komander, la estrategia de huida de Ovidio Guzmán “El Chapito”.
Estrofas de la letra dicen literalmente así: “Preparen bazucas rifles y granadas, aquí no entra nadie, que el jefe no escapa gritaba la escolta. Clavado en terreno francotiradores queriendo abrir fuego, varios talibanes con mente suicida cubrían al Chapito, tenía que escapar….”.
“Lograron fugarse con todo y Chapito, los rihnos, los cuacos,abrían los caminos, clavado en la sierra esperaba un boludo que los llevó lejos fuera del peligro. Sobraba un minuto y volando en el cielo para celebrarlo brindo con champange…”.
El Movimiento Alterado rinde homenaje a sicarios y capos, como la canción “Sanguinarios del M1”, que algunas de sus estrofas literalmente dicen: “Con cuerno de chivo y bazuka en la nuca, volando cabezas a quien se atraviesa. Somos sanguinarios, locos bien ondeados, nos gusta matar”.
“Pa’ dar levantones, somos los mejores, siempre en caravana, toda mi plebada bien empecherados, blindados y listos para ejecutar… Seguire creciendo, hay más gente cayendo, por algo soy el Ondeado respetado Manuel Torres Félix mi nombre y saludos para Culiacán”.
Testimonios mudos
Todo Culiacán conoce, y algunos admiran, la cruz dedicada a Édgar Guzmán López, hijo de “El Chapo” y hermano de Ovidio, asesinado a tiros el 8 de mayo de 2008 en el estacionamiento de City Club de la Avenida Universitarios.
La cruz, en medio del estacionamiento y a unos metros de la entrada de vehículos de un taller de reparación, permanece intacta, con luz propia y hasta con unos lirios sembrados alrededor.
Por otra parte, toda la ciudad sabe cuando los narcos están celebrando algo, pues se escuchan los disparos al aire de AK-47 o “Cuerno de Chivo”, sin embargo, los “culichis” lo narran como simples anécdotas, algunos incluso lo cuentan con respeto y admiración.
De la sierra, donde crece todo lo que se siembra en Sinaloa, hasta las ciudades y la costa, los sinaloenses están conscientes que viven sentados en un barril de pólvora, pero hasta el pasado jueves 17 de octubre lo vieron estallar en medio de la población civil.
Estos testigos mudos, algunos hasta admiradores de la “narcocultura”, habían visto quizás a pistoleros y grupos armados escoltando a capos, pero no habían tenido tanto miedo como la tarde de ese jueves, cuando los delincuentes ostentaron sus armas y amenazaron sin consideración a la sociedad civil.
No hay denuncias anónimas ni señalamientos de hombres armados en Culiacán, como en otras ciudades, donde esas llamadas anónimas han valido para detener a grupos de delincuentes.