Pasemos por El Principito

Por: Francisco Armando Gómez Ruiz

El Principito por aquí y por allá. Libros con diferentes diseños, cuadernos, plumas e infinidad de accesorios. ¡Ah! Y ni hablar de tantos y tantos memes con frases contenidas en la historia original y otras cuantas inspiradas en ella. Estoy seguro que en estos días debe ser el libro de literatura clásica más vendido y explotado en todos los sentidos.

A propósito de productos inspirados en esta historia de un niño pero que no es para niños, uno de mis asesorados de investigación para concluir los estudios teológicos en el Seminario de Morelia, recientemente me regaló un cuadernillo de apuntes con El Principito y el zorro sentados mirando hacia el horizonte. Muy buen detalle.

La rosa, el zorro, la serpiente, el aviador, el farolero, el borracho, el contador, el lucero, etcétera, etcétera. Todos estos personajes surgidos por la pluma creativa del señor francés Antoine Saint-Exupéry, son antropomorfismos. Expliquemos esto. Ya mencioné que El Principito, o “el pequeño príncipe”, para apegarnos más al título francés, aunque el personaje central es un niño, sin embargo, el destinatario del libro no son los infantes, incluso me atrevo a decir que tampoco lo son los adolescentes, sino los jóvenes adultos y los que les siguen. Claro, es cierto, por ejemplo, que mi sobrina de cinco años de edad identifica los dibujos y muñecos de esta historia, pero el mensaje del libro lo comprenderá en unos veinte años más. En el libro los personajes son personificaciones de realidades, exageraciones de ciertas actitudes.

En la persona del Principito, está representado todo hombre y mujer que tiene su propia historia y su necesidad de buscar siempre más. Él o ella tienen sus obsesiones (la rosa), sus compañeros de trabajo (el contador, el geógrafo, el rey, etc.), y sólo de vez en cuando aparece la amistad (el zorro). Al final de la vida está la muerte (la serpiente). El drama que este escritor francés legó a la humanidad, y por eso su texto es un “clásico”, es totalmente universal sin dejar al margen a ningún ser humano. Todos somos caminantes en busca de sueños, de felicidad, de amigos. Ríos de tinta corren en ensayos de todo tipo que comentan este interesante texto que amasa el drama humano.

Con El Principito no sólo he podido disfrutar de la lectura, dar lecciones en el aula o expresar comentarios con café en mano, sino también me he atrevido a dar una sesión de unos ejercicios espirituales. La puerta para pasar del placer estético -el libro por el libro mismo- y del placer práctico -instrumento de enseñanza- al gozo espiritual, siempre con el mismo libro, fue una edición de esta obra bastante interesante: “El Principito comentado con la Biblia”. Y es que en el proemio de este comentario al Principito, se muestra como dato biográfico interesante de Antoine, que era un profundo amigo de la Sagrada Escritura, llevando páginas de ésta a la creación de su obra maestra. Por eso, cada vez que tomo mi cuadernillo nuevo del Principito con el Zorro en conversación silenciosa, no dejo de pensar en los buenos e íntimos amigos, y sobre todo en uno que todo lo sabe, al cual nunca puedo tomarle el pelo, y que siempre está allí: Dios, El Trascendente, la Trinidad, el Absoluto, o como le quieras llamar, yo me siento a gusto invocándolo como Jesús.

P. Francisco Armando Gómez Ruiz

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