Código Alpha/Santiago Núñez
Para nadie es un secreto que después de más de 20 años de chavismo, hoy Venezuela se encuentra en un atolladero económico, político y social que en los últimos días ha tomado tintes de tragedia griega, con el intento de la oposición para hacerse con el poder presidencial, lo cuál aunado a las reacciones internacionales (divididas) ha generado un panorama diplomático sumamente complejo.
En el país con las mayores reservas de crudo del planeta hoy se vive un surrealista escenario donde la empresa petrolera paraestatal PDVSA no está ni cerca de poder suministrar el volumen mínimo de gasolinas para mover la economía local, un país donde las tasas de criminalidad se han disparado por encima de cualquier estándar aceptable y donde una inflación espeluznante ha puesto de rodillas y prácticamente borrado cualquier posibilidad de movilidad social de la clase media.
En ese sentido el caso de Venezuela debe ocuparnos sí como una comunidad internacional y regional respetuosa de los derechos humanos, pero también de las instituciones y procesos internos: claro que está bien que dentro de una conferencia multi gubernamental como lo es la Unión Europea se realicen posicionamientos y exhortos en aras de buscar la máxima protección a los derechos humanos. Sin embargo también es cierto que durante los últimos días hemos podido ver un fenómeno curioso en el cuál muchos ciudadanos no venezolanos aplauden e incluso exigen la intervención de ciertas potencias y actores globales dentro del conflicto social en el país caribeño.
En ese sentido y antes de que usted estimado lector, pueda considerar que esto es una defensa a la tibia postura diplomática que ha tomado México en torno a la crisis en Venezuela, debo señalar que la finalidad primigenia de esta columna es reflexionar en torno al proceso y discusión social que se ha venido dando respecto del tema central de la mIsma. Claro que es doloroso y preocupante el poder ver la crisis de derechos humanos que se vive en el país sudamericano, claro que la comunidad y el ciudadano global deben manifestarse a favor de la preservación de una cultura de la legalidad de la democracia y de la Paz; es simplemente que me parece esquizofrénico que mientras algunos enarbolan esta clase de discurso y al mismo tiempo generan propuestas que son paradójicamente contradictorias a lo ya señalado, como lo es la figura de la intervención.
El reconocimiento o no de un gobierno interino, de transición o que sea producto de algún proceso social, o bien de naturaleza extraordinaria, representa única y exclusivamente un respaldo de carácter político que no abona en nada a la resolución de los conflictos internos en un país soberano. Por ello más que desgarráramos las vestiduras por el reconocimiento o no, por el posicionamiento del Estado mexicano, debemos propugnar como nación dentro del concierto global para que mediante las instituciones del derecho internacional público y sobre todo mediante el marco normativo vigente en Venezuela, para que sean los naturales de aquel país aquellos que encuentren las soluciones adecuadas para ponerle fin a esta larga crisis que amenaza con socavar las instituciones democráticas en aquel país.
La comunidad internacional desgraciadamente se ha caracterizado de manera histórica, por caer fácilmente en esa tentación de intervenir a nivel político e incluso militar en muchos escenarios, que paradójicamente después de las citadas intervenciones terminan mucho peor de lo que estaban antes de las mismas, tan sólo basta recordar los casos de todos los países que se vieron inmiscuidos dentro de la llamada primavera árabe y los catastróficos efectos para sus comunidades, pese a “la buena voluntad” de la comunidad internacional.
Por último, lo que sí debemos aprender es a identificar los rasgos negativos que durante muchos años desangraron al país sudamericano y que fueron el catalizador para llevarlos a la crisis que viven hoy; porque como la experiencia internacional lo ha dejado bien claro, desgraciadamente las recetas de éxito en otras latitudes del mundo son difíciles de replicar, pero los ingredientes de la tragedia desgraciadamente sí se pueden exportar a prácticamente cualquier realidad nacional.
Si hoy Venezuela vive este momento tan complicado, es porque su régimen de gobierno presidencialista hizo un uso irresponsable de la abrumadora mayoría que tenía en el legislativo, reformaron la constitución para intentar eternizarse en el poder, jugaron con la autonomía del poder judicial, aplicaron durante muchos años una política económica basada en dogmas y creencias políticas, incrementaron el gasto militar de forma alarmante incluso adquiriendo cazabombarderos rusos Sukhoi SU-30 aún y cuando los hospitales se vaciaban de insumos médicos a un ritmo alarmante, aplicaron una extraña política nacionalista a su industria energética, salpicada con una retórica que por una parte decía que el petrolero era de los pobres, pero que por otro lado tiene a medio Venezuela sin gasolina y que además paradójicamente durante muchos años, usaron a la empresa paraestatal PDVSA para pagar con dinero de los contribuyentes, un millonario patrocinio (alrededor de 25 mdd por temporada) a la escudería Williams de la Fórmula 1 e impulsar indirectamente la fallida aventura en las pistas del piloto venezolano Pastor Maldonado.
Así pues debemos concluir, que en medio de la vorágine mediática venezolana, lo más responsable es asumir una postura objetiva, sin apasionamientos ideológicos y que se centre en el respeto de la vida interna de las naciones soberanas; pero siempre utilizando el marco comparativo y recordando (como lo decía líneas atrás) que debemos prestar atención a las experiencias negativas en el mundo, para no cometer en lo local los mismos pecados.
Sergio Santiago Núñez Galindo
Abogado y consultor.
Candidato a especialista en seguridad nacional.
santiagonunez@alphaconsultores.com.mx