#Yo También

Artículo de opinión

Por: Ángeles Nazares Jerónimo

A finales de 2017, en los Estados Unidos de América surgió un movimiento de mujeres que ha tomado dimensiones internacionales, en el que cientos de ellas y de diversos países, se atrevieron a levantar la voz, desde sus diferentes espacios para visibilizar los actos de acoso sexual de los que fueron y han sido víctimas.

Las mujeres a través de estos movimientos y principalmente del feminista han luchado por el reconocimiento de sus derechos, civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, sexuales y reproductivos, así como la toma de decisiones sobre su propio cuerpo, como una forma de apropiación del mismo. Es por ello, que el Movimiento Me Too no es nuevo, pues data de 1996 cuando fue impulsado por la activista Tarana Burker, mientras trabajaba en un campamento para niñas, quién al escuchar el relato de abuso de una de ellas cometido por un familiar, al que no pudo hacer frente, creo “Me Too Movement” (Movimiento yo también), enfocado en mujeres jóvenes víctimas de abuso, agresión o explotación sexual. En 2006, lanzó ésta misma iniciativa como parte de la Organización Just Be Inc.

Pero sin lugar a dudas que el Me Too del 2017, que hoy justamente cumple un año y que hace algunos días ha llegado al mismo centro de los Estados Unidos, en la administración de Donald Trump, es el que ha causado un sismo de grandes proporciones, ya que fueron las mujeres de Hollywood, las que iniciaron la visibilización de los actos de las que fueron objeto por años y que cansadas de ellos, denunciaron el sucio y complejo entramado de los poderosos de la industria cinematográfica, haciéndolo al llamado de la actriz Alyssa Milano, que mediante su cuenta de twitter, alentó a las mujeres que habían sido acosadas o abusadas sexualmente a que usaran el hastag #Me Too. Mismo que ha sido utilizado en todo el mundo para contar sus historias de acoso y abuso sexual.

En México, la periodista Carmen Aristegui realizó hace un año una serie de entrevistas a las actrices Karla Souza, Paola Núñez, Stephanie Sigman, Sofía Niño de Rivera y Azul Almazán, que narraron y visibilizaron cómo fueron acosadas y una de ellas violada, lo que coloco de nueva cuenta en el debate nacional, la violencia sexual de la que han sido objeto las mujeres en todas partes y en todos los espacios donde se encuentran, pero en el marco del Movimiento Me Too, que particularmente se centra en el acoso y abuso sexual en el ámbito laboral.

Estadísticamente las mujeres, son víctimas de los hombres, casi sin excepción, así lo señala la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Pública (ENVIPE 2017). Esta encuesta tiene como objetivo establecer el número de personas mayores de 18 años en el país, que han sido víctimas de delitos como: robo, extorsión, fraude, amenazas, lesiones, secuestro y por supuesto, los delitos sexuales. De acuerdo con la ENVIPE 2017, aproximadamente el 87.87% de las víctimas de violación mayores de 18 años en el país fueron mujeres, asimismo el 89% de las víctimas de los delitos sexuales, como el hostigamiento, los manoseos, el exhibicionismo y los intentos de violación, también lo fueron mujeres.

Esta Encuesta, también permite conocer el lugar en donde ocurrieron los delitos y de acuerdo con ello, en el área laboral, las personas que padecieron hostigamiento, manoseos, exhibicionismo e intentos de violación en un porcentaje del 83.55% fueron mujeres y el 16.45% hombres. De las personas que podemos estimar sufrieron una violación en el trabajo, según los datos de esta encuesta, todas fueron mujeres y ningún hombre indicó haber sido violado en el trabajo.

La ENVIPE, también nos señala, no sólo quienes son las víctimas, el lugar en donde se cometieron los delitos, sino también quien los cometió, por ello, en todos los delitos, fueran estos, sexuales o no, la mayoría de quienes los cometieron fueron los hombres. Para el caso que nos ocupa, el hostigamiento, manoseos, exhibicionismo e intentos de violación en el trabajo: el 63.4% de quienes agredieron a los hombres, eran hombres y el 36.6% eran mujeres. El 99.2% de quienes agredieron a las mujeres fueron hombres y el 0.8% otras mujeres.

La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2017) diseñada para medir los diferentes tipos de violencia que padecen las mujeres mayores de 15 años, en relación a la violencia sexual y en el ámbito laboral, arroja los siguientes datos estadísticos:

A 344 mil mujeres (el 1.7%), en 2016, les propusieron o insinuaron tener relaciones sexuales a cambio de mejoras y beneficios laborales.

178 mil mujeres (el 0.9%), sufrieron represalias en su contra, las castigaron o trataron mal porque se negaron a tener relaciones sexuales en el trabajo.

90 mil mujeres (el 0.5%), fueron a las que una persona les mostró sus partes íntimas o se las manoseó enfrente de ellas.

289 mil, aproximadamente (el 1.4%), son a las que las han manoseado, tocado, besado o que se les han arrimado, recargado o encimado sin su consentimiento.

Aproximadamente a 78 mil las trataron de violar (el 0.4%) y 24 mil sufrieron una violación (el 0.1%).

Las cifras de la ENVIPE nos demuestran que la violencia sexual afecta de manera desproporcionada a las mujeres y que este tipo y modalidad de violencia es cometida mayoritariamente por hombres. Es decir, que los datos estadísticos nos demuestran que la violencia sexual, está fuertemente atravesada por el género y su perspectiva nos permite conocer como los factores de tipo social, económico, político, laboral y cultural inciden de manera determinante, para que las mujeres padezcan los diferentes tipos de violencia y los hombres las ejerzan. Lo que nos lleva a entender que es el contexto, el que exacerba o reduce las posibilidades de que las personas ejerzan o vivan violencia.

La ENDIREH 2017, nos demuestra la gravedad del problema. Por lo que, para que la violencia sexual se de en el área de trabajo, los hombres siguen ocupando los puestos más altos jerárquicamente y son quienes toman las decisiones, por el contrario, las mujeres continúan ocupando los cargos de menor rango, lo que significa, que ambos se encuentran situados en posiciones diametralmente opuestas, ya que a unos les otorgan el poder de cometer abusos, y a otras, menores posibilidades de resistir y denunciar. La desigualdad laboral amplía la entrada para la violencia, como lo señala Estefanía Vela. Entonces, si el poder lo concentran de manera desproporcionada los hombres y las mujeres siguen siendo discriminadas y subordinadas a este poder en el ámbito laboral, necesariamente es así, porque sigue existiendo la desigualdad de género.

Sin duda que entorno al movimiento Me Too (Yo También), se ha dado un falso debate, que pretende justificar los actos de los victimarios, al confundir el sano coqueteo, la galantería y la caballerosidad con el acoso, hostigamiento y abuso sexual. Me Too, en ningún momento ha ido en contra del coqueteo, sin duda que a todas las personas nos gusta, sentirnos deseadas “por quien nos gusta”, todas tenemos una dimensión sexual que no se debe borrar de la vida social. El problema es cuando se usa para dominar e invadir el cuerpo de la mujer, cuando lo reducen a un objeto al que observan y del que pueden disponer a su antojo, lo que sin duda es una forma de apropiación de ese cuerpo como territorio y se avanza sobre él desde una posición de poder, que no permite dar o negar consentimiento. El acoso no ésta en las palabras que se usan, ésta en la intención, en el contexto y donde hay una desigualdad de poder. El centro de la discusión ésta en “el consentimiento.” El erotismo no debe ser por obligación, no hay nada más sexi que el consentimiento, que el común acuerdo, el sí acepto tus manos sobre mi cuerpo, como lo dice Catalina Ruíz-Navarro.

Los seres humanos estamos capacitados para entender las señales no verbales, para que entendamos los bemoles en cada uso de las palabras y en la manera en que cada persona se te va acercando, el problema ha sido, que al hombre, nunca le han enseñado a buscar las señales de consentimiento en la mujer a la que se le ésta acercando, al contrario, se les ha dicho, las mujeres son cosas de las que puedes servirte, el consentimiento de estas mujeres no ésta en el centro, en el centro ésta tu deseo y actúa según tú deseo. Toda la vida, les han dicho, que las mujeres están ahí a su disposición y nunca se han preguntado que quieren las mujeres, les han dicho las mujeres son incomprensibles, así que ni trates de comprenderlas, señala Ruíz-Navarro con quien estoy de acuerdo.

Finalmente, a las mujeres no se nos ésta tratando como personas, por lo cual, es necesario crear una nueva cultura de acercamiento a las mujeres, pensándolas como personas y con respeto. Los datos estadísticos aquí expuestos, se han centrado en un solo tipo de violencia, la sexual y en una sola de sus modalidades, la laboral; sin embargo, para dimensionar la gravedad de la situación en la que se encuentran miles de mujeres en nuestra entidad y país, y la manera de como cotidianamente viven el ser mujer en ésta sociedad patriarcal, tendríamos que considerar todos los tipos de violencia y todas las modalidades, lo que evidenciaría la discriminación y la desigualdad en que vivimos, y como esta, es exacerbada por quienes continúan concentrando el poder, los hombres.

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