Columna de opinión
Por: Rafael García Tinajero
Morelia, Michoacán. 23 de septiembre de 2018.- Como una lente de aumento la salud refleja y también magnifica la situación que una sociedad vive en todos los órdenes.
Si el gobierno que encabezará AMLO en realidad se asume como de izquierda y pretende impulsar la tan cacareada cuarta transformación, lo que esto signifique, más que políticas asistencialistas y clientelares deberá generar aquellas que fomenten la inclusión social como instrumento para abatir la desigualdad. Condición indispensable para la inclusión es la salud, derecho que abre la puerta al goce de otros de derechos. Los niveles de salud y el grado de desarrollo económico y humano de una sociedad se retroalimentan. La salud depende de la cantidad y distribución de la riqueza, a través del acceso a los satisfactores que definen la calidad de vida, al propio tiempo el desarrollo es el producto del esfuerzo colectivo de individuos cuyo estado de salud determina la magnitud y eficiencia de dicho esfuerzo. La salud representa un punto donde se articulan la política social, con sus metas de bienestar, y la política económica con su interés por la producción. Crecimiento y equidad, dos propósitos medulares de una política pública progresista, convergen en la salud.
Es indudable que, gracias al esfuerzo colectivo de varias generaciones, en México se han dado grandes logros en salud. Hoy contamos con servicios que cubren a una buena parte de los habitantes, se han logrado grandes descensos en morbilidad y mortalidad por enfermedades infectocontagiosas; hay una oferta no despreciable aunque desequilibrada, de personal de salud, que absorbe una buena parte del gasto estatal en el rubro; se ha dado una incorporación sin precedentes de la población no beneficiaria de la seguridad social al Sistema de Protección Social en Salud con lo que se ha logrado una amplia cobertura aunque se ha fracasado rotundamente, por razones que trataré en otro artículo, en evitar el gasto empobrecedor derivado de la enfermedad; se han desarrollado importantes programas en materia de salud, como los de vacunación universal por ejemplo, que han evitado la enfermedad, discapacidad y muerte prematura de muchos mexicanos.
Sin embargo, es menester reconocer que hoy Mexico enfrenta retos inéditos entre los cuáles destacan las transiciones social, política y demográfica. Producto de estas, se ha generado lo que se conoce como la transición epidemiológica y hoy se enfrenta al desafío formidable de terminar con el rezago que las enfermedades transmisibles, de la nutrición y de la reproducción siguen representando, carga inaceptable para un estado que aspira a modernizarse, y el de enfrentar problemas emergentes como la diabetes, la enfermedad cardiovascular, los traumatismos o el cáncer.
Para atacar estos problemas, tendremos que enfrentar uno estructural que hoy padecemos: Hasta ahora la salud pública ha sido manejada mediante un modelo de gestión y organización orientada a la enfermedad, sin énfasis en la promoción, prevención y la calidad de vida. El resultado ha sido la configuración de un modelo de atención centrado en la capacidad limitada de la oferta de servicios, inequitativo, desarticulado y poco eficiente, de baja calidad, organizado alrededor de la atención hospitalaria y curativa, con baja cobertura y un sistema asistencial con serios problemas en su oportunidad de respuesta, accesibilidad y calidad. Esas tendencias son contrarias a una respuesta global y equilibrada a las necesidades sanitarias y la falta de acceso equitativo, los gastos empobrecedores y la pérdida de confianza en la atención de salud que provocan suponen una amenaza para la estabilidad social.
Seguir haciendo lo que hasta ahora no es una opción viable para la salud de los mexicanos. Si se quieren corregir las deficiencias harán falta mecanismos de gestión y responsabilidad colectivas más eficaces, con un rumbo y un propósito más claros para abordar los problemas de salud de hoy y del futuro..
Es el momento del cambio de paradigma, de cambio de modelo, en pocas palabras, renovar nuestro sistema de salud y llevarlo a una etapa superior de desarrollo. Esta reforma, necesaria e impostergable, no puede ser impuesta desde la cúpula. Tampoco puede partir solamente del consenso negativo sobre las carencias y las deficiencias que deben corregirse. Hay que crear un consenso positivo sobre los cambios específicos que puedan mejorarlo, reconociendo que todo sistema de salud refleja un conjunto particular de valores sociales y que por lo tanto la reforma es un proceso eminentemente político. Por lo tanto una de las primeras acciones que el próximo gobierno federal haría bien en iniciar sería la conformación de un gran Pacto por la Salud, proponiendo, cuatro principios y tres propósitos como ejes de la reforma.
Los principios deberán ser :
Ciudadanía con lo que nos referimos al acceso a los servicios de salud, ya sean de carácter de fomento sanitario, promoción de la salud, detección temprana y atención oportuna de la enfermedad y la rehabilitación , como un derecho social.
Pluralismo entendido como el derecho de la población para ejercer su libertad de elección entre varias opciones que conforman un sistema plural donde se combina lo mejor de los sectores público, social y privado.
Solidaridad entendida como la generación de un sistema de financiamiento en el que todos contribuyen al sistema según sus capacidades y todos reciben los servicios del mismo según sus necesidades.
Universalidad entendida como el hecho de que toda la población quede protegida por un paquete universal de servicios efectivos y sostenibles.
Los propósitos:
Equidad: ante una misma necesidad de salud, todas las personas, sin discriminación de ningún tipo, tienen la misma oportunidad de acceso a los servicios prioritarios.
Calidad: Los servicios producen el máximo mejoramiento posible de los niveles de salud, satisfaciendo las expectativas de los usuarios por una atención buena, oportuna, continua, cortés y respetuosa.
Eficiencia: el sistema obtiene el mayor rendimiento posible de los recursos, a base de reducir al mínimo el desperdicio y de invertir prioritariamente en los servicios que generan las mayores ganancias de salud.
Mejorar la salud, reducir las desigualdades, controlar los costos y satisfacer a la población, deben ser propósitos de aquel gobierno que pretenda reformar radicalmente nuestro sistema de salud.
Para lograr lo anterior el nuevo gobierno debería plantear:
El viraje del sistema de salud, que se edifique sobre un modelo de atención que tenga a la Atención Primaria en Salud (APS) como marco conceptual, entendida ésta como “la asistencia sanitaria esencial basada en métodos y tecnologías prácticos, científicamente fundados y socialmente aceptables, puesta al alcance de todos los individuos y familias de la comunidad mediante su plena participación y a un costo que la comunidad y el país puedan soportar, en todas y cada una de las etapas de su desarrollo con un espíritu de autorresponsabilidad y autodeterminación”.
Es necesario hacer hincapié en que cuando hablamos de APS no nos referimos a un programa de salud que sirva para brindar atención básica y deficiente a personas pobres, por el contrario es la base conceptual para el desarrollo de una serie de acciones y reformas cuyo objeto será que mejore la equidad sanitaria y desaparezca la exclusión; que los servicios de salud se centren en las necesidades y las expectativas de la gente; que haya seguridad sanitaria en las comunidades en que viven, y dar poder a la gente para opinar sobre las cuestiones que afectan a su salud y la de sus comunidades.
Para esto se deben iniciar 4 grandes reformas:
La de la universalidad,. Para garantizar la equidad sanitaria, la justicia social y el fin de la exclusión es necesario consolidar los avances en materia de protección social en salud e iniciar un avance consistente sobre los ejes del acceso efectivo a los servicios y el de la calidad homogénea. No se puede hablar de cobertura universal sin tener satisfechas estas tres condiciones: acceso efectivo, calidad homogénea y protección financiera.
Reforma de la prestación de los servicios:. Mediante la reorganización de éstos en forma de APS, esto es, en torno a las necesidades y expectativas de las personas, para que sean más pertinentes socialmente al tiempo que permitan obtener mejores resultados
Reforma de la organización y el liderazgo. Para sin demoler instituciones que han demostrado su utilidad como el IMSS por ejemplo, acabar con la fragmentación de nuestro sistema de salud dando lugar a una convergencia, si no orgánica, si funcional de los diversos componentes que hoy funcionan por separado. Además separar la funciones de Rectoría, financiamiento, prestación de los servicios, regulación sanitaria y formación de recursos para la salud, generando un marco legal para que el sistema en su conjunto funcione armónica y ordenandamente
Reforma para la salud en todas las políticas.Reconociendo que los determinantes sociales de la salud y las decisiones tomadas por otros sectores pueden afectar a la salud de la población en general de manera tanto positiva como negativa. Esto significa que los complejos problemas de salud pública se deben abordar mediante políticas que coordinen la acción de diversos sectores, que usen los recursos públicos de manera eficiente y que consideren los efectos sobre los determinantes sociales, económicos, políticos y culturales en salud de las decisiones que se toman fuera del sector de la salud. Están son a mi manera de ver las reformas que requiere nuestro sistema de salud de cara a lo que falta del presente siglo.