Por: Richard Guevara Cárdenas
En nuestra mesa de conversación casi siempre salta el tema:
¿Eres de derecha o de izquierda?
Para los jóvenes, la izquierda se representa en sus íconos más recientes: Chávez, López Obrador, Claudia Sheinbaum, Evo Morales o Rafael Correa, junto a la épica del kirchnerismo en Argentina. Pocos recuerdan a Lula da Silva y al Partido de los Trabajadores en Brasil.
Los de mayor edad, cargados de memoria histórica, evocan a Fidel Castro y al Che Guevara.
Para la derecha —y ahora, para todos los que adversan a “los progres”— los símbolos son otros: Donald Trump, Nayib Bukele, Daniel Noboa en Ecuador o Javier Milei en Argentina. Poco importa cuánta diferencia haya entre ellos, qué políticas implementen o qué ideología sostengan: si eres anti-progre, ya estás “del lado correcto de la historia”, como suelen decir los apasionados de un extremo o del otro.
La reciente derrota de Tuto Quiroga en Bolivia, un político formado, ex presidente y defensor de la democracia en el continente, vuelve a poner el tema sobre la mesa. Tuto no era de izquierda; se enfrentó férreamente a Evo Morales en todas sus expresiones y fue catalogado como “conservador” por buena parte de los medios.
Ahora ha sido derrotado por Rodrigo Paz, un senador de centroderecha de 58 años, en una segunda vuelta que marca un cambio drástico en un país gobernado casi dos décadas por la izquierda del Movimiento al Socialismo (MAS), fundado por Evo Morales y respaldado por la mayoría indígena de Bolivia.
Aunque Paz rehúye las etiquetas ideológicas, podría considerársele un socialdemócrata más cercano a la derecha que al centro. Si se le pregunta, prefiere definirse como un reformista moderado que busca un “capitalismo para todos”, frase que acuñó y convirtió en el eje de la campaña que lo llevó a la victoria.
Hoy, más que una cuestión de ideología o militancia —esas que antaño hacían emerger líderes forjados en la adversidad y la disciplina política—, el asunto parece girar en torno a una nueva fórmula: confrontar, remarcar los errores de los “progres” y apropiarse de tres o cuatro frases populistas. Mostrarse cercano a Bukele o a Milei se ha convertido en una manera de alinearse no con una doctrina, sino con un mercado político.
Los partidos tradicionales se muestran agotados; los liderazgos no se renuevan, y las siglas históricas no logran reinventarse. Hace unas semanas escribíamos sobre la reinvención del PAN en México, un partido que no disimula haberse desplazado hacia la derecha ni haber modificado sus ejes rectores y frases históricas. ¿Con qué propósito? Insertarse en la polarización de este tiempo.
Porque, si una tendencia sigue dando resultados, también existe un mercado al otro lado que busca ser conquistado, aunque eso implique sacrificar las épicas y causas que alguna vez lo definieron.
Así, el panorama se reduce a dos grandes bloques. Atrás parecen haber quedado los centros, los tibios, los moderados y, quizá, las ideologías mismas. Hoy, la política se trata de saber ubicarse en los mercados electorales y de seguir el recetario del bloque que más convenga.
¿Se acabaron los partidos históricos?
¿Murieron las ideologías?
¿Son los electores de hoy ciudadanos conscientes o simples consumidores influenciados por la comunicación política?
Saque usted sus propias conclusiones.
Richard Guevara Cárdenas
Ex diputado venezolano radicado en México
Consultor político en estrategia, comunicación y posicionamiento
Director de Marketing Político de UVA México
Miembro de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALACOP)
guevaramarketingpolitico@gmail.com @richardguevarac




