El piloto automático

Por: Diego Donaldo Chávez Palmerín

Columna: El Último Llamado

Casi un año ha bastado para confirmar lo que muchos advertimos, la sucesión presidencial no significó una ruptura, sino una continuidad cuidadosamente administrada (hasta ahora). La Presidenta Sheinbaum gobierna con legalidad, pero también con el peso simbólico del proyecto que le heredaron. Y aunque hay signos de estilo propio, el poder sigue operando en piloto automático, fiel a las coordenadas trazadas desde Palacio Nacional o Palenque Chiapas.

No hay sobresaltos ni crisis de gobernabilidad , y eso, en apariencia, es buena noticia Pero detrás de la calma institucional se esconde un riesgo, la normalización de un modelo de poder vertical, centralizado y cada vez menos cuestionado. Un presidencialismo que ya no necesita concentración formal, porque tiene algo más eficiente, disciplina política, control legislativo y obediencia operativa (aparentemente).

La presidenta no ha roto con su antecesor, y tampoco tiene por qué hacerlo. Pero el país necesita más que continuidad. Necesita visión, responsabilidad institucional, y decisiones propias. Hasta ahora, el relato oficial se repite con voz distinta, pero sin sustancia nueva. No hay un nuevos horizontes, solo el mantenimiento del rumbo aunque el contexto haya cambiado.

En el Congreso, en los medios, en la academia, en los estados, quienes disienten y señalan, son cada vez menos, y más aislados. Hay una nueva hegemonía construida por viejos políticos, y como toda hegemonía, tiende a confundirse con unanimidad. No lo es y no puede serlo, México no está para silencios funcionales y a si lo dicta la historia.

La promesa del segundo piso de la transformación aún no se ve en el terreno. Lo que sí funciona con precisión es la maquinaria del poder, alineada, eficaz, sin fricciones. Pero también sin cuestionamientos, sin contrapesos reales y sin voces que le hablen de frente.

Ser oposición en tiempos de popularidad abrumadora no es cómodo. Pero es necesario. Porque el piloto automático puede sostener el vuelo por un tiempo, pero si no hay quien revise el rumbo, es cuestión de tiempo para que nos estrellemos.

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