Por: Víctor Mendoza
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos fue redactada por ni más ni menos que eruditos de la teoría política. Al rendir protesta (que malamente llaman “tomar protesta”), una autoridad electa, según la constitución, se vuelve recipendario, mandatario, es decir, en tal persona se deposita el mandato de sus votantes (y no votantes), para garantizar los derechos constitucionales plasmados en la carta magna. Rara vez redacto con esta rimbombancia, pero ya casi llego al punto que nos atañe.
La Constitución convierte a las autoridades electas en recipientes, un simple enser constitucional, que dependiendo de lo que está hecho, puede contener el poder, o el poder termina por consumir al recipiente. El poder necesita un propósito y cuando ese propósito se vuelve personal, tarde o temprano termina consumiendo a quien lo contiene. Esto último, pasa con aquellos que han hecho de su carrera, un lenguaje de traiciones cual tarzán columpiándose entre lianas, de árbol en árbol.
En esta fotografía de destacados panistas, alguien no encaja y extraña su presencia en medio de perfiles que han sabido ganarse sus puestos a través de elecciones constitucionales, tal es el caso del experimentado y muy querido en su tierra, Toño Salas, con 3 constitucionales ganadas al hilo; o el de Alfonso Martínez, quien ha sabido madurar su proyecto y hoy es el activo público más valioso del PAN; no menos importantes Armando Tejeda y Carlos Quintana, hombres de partido y estructura que han sabido ganarse el respeto de los panistas; o Carlos Soto quien ha resultado bien evaluado por la ciudadanía en su pasada reelección en Zamora.
Y digo que extraña la presencia de quien combatió, criticó y hasta truncó en reiteradas ocasiones las aspiraciones de los antes mencionados; me refiero a un perfil mediano, déspota, cínico y además, bastante cuestionable cuando de lealtad hablamos. Me han dicho que ha vendido la idea de impulsar desde el comité estatal la candidatura del edil de Morelia por el Soleo de Ocampo, facultad que por supuesto es rebasada por la propia dinámica nacional del PAN, o por la operación de perfiles como Marko Cortés o José Hinojosa, a quien es dedicada esta imagen con una ya cantada traición de quien fuera su protegido. Pero no es nuevo para este perfil, así ha construido su trayectoria, traidor una vez, traidor para siempre.
No se puede hablar de su trayectoria en términos constitucionales, pues no ha sido electo por mayoría ni una sola vez, así que hagamos un resumen de su carrera al interior del PAN: nació a través del equipo de Salvador Vega Casillas, el equipo de “los gallos”, al cual abandonó cuando el cargo feneció para irse al equipo de Carlos Quintana por invitación de Lalo Chavira, a quienes abandonó para asumir la diputación local y sumarse a las filas de Jose Hinojosa, a quien abandonó para sumarse a las filas de… ¿Alfonso o sus propios propósitos? Se dice muy fácil y muy claro: la traición es el lenguaje más vulgar de los comunes.
En el pasado, ya ha dado muestras de su voraz ambición al insistir en que puede gastarse el dinero “hasta en putas”, al encabezar un conflicto abierto contra el auditor del estado; en el 2021 se le marginó de las negociaciones de la alianza por ventajoso y lo mismo sucedió en el 2024, asumiendo tal rol Escobar en el 2021 (a quien después expulsó de facto) y José Hinojosa en el pasado proceso, pues el susodicho estaba empeñado en encabezar las listas plurinominales, de ahí su confrontación con Hinojosa, resultando como candidato en su distrito, donde evidentemente fue derrotado de manera penosa.
Alguien debería sugerirle al alcalde de Morelia, Alfonso Martínez, elevar una plegaria común entre creyentes católicos: cuídame de mis amigos, que de mis enemigos me encargo yo.