La “marca” Morena: ¿un mito?

Por: Víctor Carranza

En conversaciones de café, allí donde se hace política moreliana, es común escuchar en las conversaciones y análisis casuales que «la marca» Morena está muy fuerte. Que la «marca» Morena hace ganar candidatos y que prácticamente es invencible. Diversos son los factores que enarbolan una marca como Morena, para construir opinión pública favorable de una manera tan abrumadora como se ha logrado desde su creación. Son contados los fenómenos en el mundo que se pueden citar como ejemplo en la democracia moderna.

El mito de “la marca” ha crecido tanto que ha hecho creer a propios y extraños, que prácticamente es un axioma su conversión en votos, tanto así que han resultado algunos “accidentes” que han llegado al poder por aparente suerte o casualidad; sin embargo la teoría se cae cuando a pesar de “la marca”, se imponen figuras posicionadas. ¿Cómo es posible, si “la marca” lidera todas las encuestas? La respuesta radica en un concepto tan sencillo como la transferencia de valor, o transferencia de poder, en este caso.

Para no entrar en términos académicos, vamos a hablar de lo que en su momento el PRI presidencialista denominaba «el rito» de la sucesión presidencial: un acto lleno de simbolismos cuasireligiosos, enmarcados en sincretismo puro, donde la «base» reconocía y se rendía plenamente al sucesor presidencial. En esas se vio Claudia Sheinbaum durante 4 o 5 meses después de su unción, para reclamar la más de 60% de aprobación de AMLO y convertirlo en intención de voto para su propia causa, el resultado es devastador para la oposición, pues en los pronósticos más reservados, la candidata de la continuidad cuenta con más del 50% de intención de voto efectivo.

Evidentemente, esta situación no siempre se traduce en votación directa en automático, pues esta «transferencia» de poder debe rodearse de simbolismos (pues la forma es fondo, cuando hablamos de percepción), y aquello se antoja sumamente complicado para los enredados estrategas que «la marca» llevará por guía en contiendas como en Morelia; en la ciudad capital la intención de voto de Claudia Sheinbaum rebasa el 50% de los sufragios proyectados, sin embargo, ello no se refleja en las mediciones sobre contiendas municipales (aunque ya haya casas encuestadoras que adelantan un empate técnico). ¿A qué se debe tal situación? Muy sencillo, el talento y la voluntad no es suficiente para construir percepción pública, pues como dice la ecuación de «imagen pública» de Álvaro Gordoa: Imagen + Opinión = Identidad; identidad + tiempo = reputación. A «la marca», probablemente, lo que le falta es tiempo para procesar la transferencia de poder que se está intentando, a pasos accidentados, para beneficiar a Carlos Torres Piña, frente a un Alfonso Martínez que ha venido martillando (hammering) su posicionamiento a través del tiempo.

Para este practicante del Marketing Político Digital, la clave para una batalla interesante es sencilla: transferencia de poder, sincretismo puro, «el rito» de Morena aún no se consuma y aunque el tiempo se agota, las cartas siguen ahí, la tendencia sigue latente.

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