Por Hugo Gama Coria
En cualquier parte del mundo, ha existido, existe y existirá una lucha permanente por ocupar los espacios públicos, es decir, batallas para hacerse de las posiciones en donde se ejerce poder. La lucha puede librarse por el más modesto espacio, hasta por el cargo más alto de un país o en alguno de sus poderes públicos.
En una democracia las batallas por los espacios públicos deben estar enmarcadas en la ideología, el programa o por proyectos de gobierno, colocando por delante el interés colectivo que el personal o de grupo, sin embargo, en muchas ocasiones no sucede así, las batallas son simplemente por el poder por el poder y los privilegios que derivan de su ejercicio.
Lamentablemente, la lucha por ocupar espacios públicos ya no es con espíritu democrático, el debate lo han llevado a la diatriba, la denostación, a los ataques personales, y todo ello para ganar espacios, no perderlos, mantener privilegios o porque en una postura medieval los han patrimonializado, los sienten de su propiedad.
En buena medida parte de la clase política ha perdido de vista que los espacios públicos le pertenecen al pueblo, los espacios son para ejercer una función y tienen fecha de caducidad, así se entiende en cualquier democracia civilizada, por ello debe estar siempre consciente quien los ocupa de dicha situación; es imprescindible entender qué es es un Estado Democrático en toda su amplitud, pues no se trata de solo emitir el voto, la democracia es todos un sistema de conceptos, reglas y virtudes que debemos entender.