Dr. Hugo Villegas-Santibáñez
Han pasado 176 años desde que la bandera de los Estados Unidos (EUA) ondeara en Palacio Nacional en la Ciudad de México, aquel 14 de septiembre de 1847. El ejército estadounidense con una ambición expansionista había invadido nuestras tierras logrando entrar a la capital mexicana. Meses después, el 2 de febrero de 1848, se firmó el Tratado Guadalupe Hidalgo y los norteamericanos despojaron al país Azteca de la mitad de su territorio.
Muchos mexicanos se replegaron a los nuevos límites territoriales, pero miles de connacionales decidieron permanecer en Estados Unidos, los había cruzado la nueva frontera. Es en aquel momento histórico cuando se emprende una interminable y creciente presencia de paisanos en una región propia que ahora se adjudicaba la Unión Americana.
La constante necesidad de mano de obra barata -documentada e indocumentada- en Estados Unidos, la cercanía con un país en desarrollo -incluyendo sus implicaciones socioeconómicas- que además comparten 3 169 kilómetros de frontera y el programa de amnistía “Immigration Reform and Control Act of 1986” (IRCA) llevó a un continuo aumento de los flujos migratorios. El incremento vertiginoso de la población hispana en ese país se reflejó en las últimas cinco décadas, pues acumuló 551% más entre 1970 y 2021, pasando de 9.6 millones a 62.5 millones, tal como lo señala el Pew Research Center.
En el año 2021, el vecino del norte tenía una población superior a los 331 millones de habitantes, de los 62.5 millones que tenían origen hispano, el 60% eran de ascendencia mexicana, de acuerdo con datos del U.S. Census Bureau. Actualmente, la población migrante de origen mexicana rebasa los 37 millones en los EUA.
Con esta llegada de inmigrantes también se incrementaron las fobias, reclamos y acusaciones. Surgieron nuevas políticas y acciones antiinmigrantes contra esta comunidad, principalmente hacia la mexicana. Leyes estatales contra los indocumentados se han venido promoviendo a través de los años en muchos estados de la Unión Americana, principalmente donde se concentran los inmigrantes como Arizona, California, Texas, Arizona, Carolina del Norte y Florida. Estas legislaciones han intentado penalizar e impedir el acceso de migrantes a la atención médica, a programas sociales y a la educación de los jóvenes.
La ola antiinmigrante ha sido promovida y auspiciada principalmente por políticos, organizaciones, algunos académicos y hasta latinos con documentos legales que ahora se sienten gringos. La retórica contra la población migrante ha sido utilizada para obtener votos pues buscan a los culpables de sus problemas en los más vulnerables.
California, el estado con mayor cantidad de mexicanos, fue testigo de uno de los embates más fuertes contra los indocumentados. En 1994 el gobernador Pete Wilson (1991-1999), en campaña de reelección, promovió la inconstitucional propuesta 187 que tenía como objetivo evitar el acceso a la salud pública, educación y programas sociales. Asimismo, el empresario y político Donald Trump, en su campaña a la presidencia, utilizó un discurso antimexicano, nos acusó -y lo sigue haciendo- de delincuentes e invasores de los Estados Unidos proponiendo sellar la frontera con México.
Desde otra tribuna, el académico Samuel Huntington -politólogo estadounidense- se atrevió a decir en su libro ¿Quiénes somos? Desafíos de la identidad estadounidense, que la llegada de los migrantes a los Estados Unidos se trataba de una amenaza para la cultura y la sociedad anglosajona, un tipo de “conquista silenciosa” de los latinos, en especial de los mexicanos porque no se adaptan sino llegan a replicar sus saberes, usos y costumbres.
De esta forma, en este contexto de xenofobia y racismo, se ha acentuado el retorno de la migración mexicana: voluntario e involuntario o forzado. En la última década (2013-2023) fueron repatriados 2 315 447 paisanos desde los Estados Unidos, de los cuales 163 377 fueron jóvenes menores de 18 años, de acuerdo con los datos registrados por la Unidad de Política Migratoria (Segob). A estas cifras se le deben sumar los retornos voluntarios e involuntarios no registrados por las autoridades mexicanas.
Podemos notar que el tema de la migración internacional México-Estados Unidos es añejo, amplio y complejo. Sin embargo, llama la atención los miles de jóvenes menores de edad que regresan voluntaria o involuntariamente a México (para algunos es llegar a un país desconocido). Son hijos de mexicanos que pudieron haber nacido de este lado de la frontera o en el país vecino del norte pero que a los primeros les tocó regresar y a los segundos, tal vez, conocer por primera vez la patria de sus progenitores.
Esta cantidad de jóvenes y niños en edad escolar que llegan anualmente a México provenientes de los Estados Unidos traen consigo un itacate lleno de particularidades. Pueden compartir la experiencia migratoria, el idioma inglés, nacionalidad, pero también traen diferencias. Por un lado, están los que nacieron aquí, estuvieron en una escuela mexicana, continuaron estudiando en EUA y les tocó regresar; otros se fueron muy pequeños e ingresaron a la escuela allá y están de regreso para inscribirse al sistema educativo mexicano. Por otro lado, los que nacieron en Estados Unidos y estuvieron en una escuela en la Unión Americana pero las circunstancias los trajeron a México; también los niños que no alcanzaron a ingresar a la escuela, son enviados al país de sus padres y tienen que estudiar aquí. Es necesario señalar que hay una movilidad permanente: los que regresaron pueden volver a emigrar y así continúan fragmentando su aprendizaje entre dos idiomas y transitando en sistemas educativos diferentes.
El Dr. Víctor Zúñiga, un experto del Tecnológico de Monterrey, ha estudiado por 20 años la movilidad de niños y jóvenes migrantes en una extensa investigación binacional México-Estados Unidos. El Dr. Zuñiga sostiene que el sistema educativo mexicano no esta preparado para el arribo de estudiantes migrantes. Son invisibles en la formación docente y en el diseño de los planes y programas educativos. Por lo tanto, no son tomados en cuenta ni se les valora los conocimientos, fortalezas y ni el capital lingüístico adquirido en el extranjero.
A su llegada, los jóvenes se enfrentan a un viacrucis escolar: un choque cultural, el bullying, miedo al entorno, estrés, incomprensión, falta de empatía, desconocimiento del español, carencias en las instituciones educativas, burocracia, y otros más. Aunado a lo anterior, no existe un protocolo docente para detectar fortalezas y necesidades de estos estudiantes. En un trabajo de Vargas Valle (2022), académica del Colegio de la Frontera Norte, encontró que muchos estudiantes migrantes hablan el español fluido, pero no saben leer ni escribir porque fueron educados en EUA, por lo tanto, requieren de escolarización especial.
En otro estudio sobre este tema, de Tacelosky (2020), profesora de español en Lebanon Valley Annville PA, señala que el currículum de las escuelas normales mexicanas no se diseña tomando en cuenta la presencia de estudiantes con experiencia migratoria. Consecuentemente, los docentes no tienen el conocimiento para brindarles la educación apropiada.
De acuerdo con Zuñiga, los niños y adolescentes migrantes son muchos, pero serán muchos más en el futuro. Todo parece indicar que así será, por lo que es necesario adelantarnos adecuando o actualizando el sistema educativo mexicano. El primer paso debería ser visualizar esta población que ya está aquí en las escuelas mexicanas. Segundo, se debe ampliar y profundizar la investigación cuantitativa y cualitativa para conocer mejor procesos y particularidades de estos estudiantes. No es igual que vengan de una escuela de Texas que de California porque los sistemas educativos son diferentes, como tampoco lo es que estos jóvenes y niños lleguen a una ciudad o a una localidad rural. Por último, es imprescindible la capacitación docente. Los especialistas puntualizan la conveniencia de conocer el sistema educativo de Estados Unidos, la comunicación con las escuelas donde estudiaron los migrantes y procurar un diseño curricular y contenidos semejantes.
Reconocemos que es una tarea difícil pero más difícil es la vida de migrante. El objetivo de este artículo es insistir y poner en los reflectores públicos este problema que están enfrentando los maestros y maestras de México. Es un llamado a los gobiernos locales y federal, legisladores, lideres de la educación, sindicatos del sector y directivos de la educación básica y media superior.
Hugo Villegas-Santibáñez
Doctor en Ciencias Sociales
Especialista en Estudios del Desarrollo Regional
X@villegashugo202