Por: Lore Mendoza
Hace unos días, la Rectora de la máxima casa de estudios de nuestro Estado decidió hacerse presente en eventos políticos del gobierno en turno emanado de MORENA, para nadie es sorpresa su simpatía con ese movimiento político, pero cuando las y los Nicolaitas nos dimos cuenta de su designación en enero del presente año, no imaginamos que se irrespetara la envestidura de nuestra universidad con tal cinismo, que la Rectoría fungiera como una pieza más del gabinete utilizando su discurso «humanista» como pleitesía y adulación al Gobierno, pero sobre todo, nadie se imaginaba que se fuera a poner en riesgo nuestra autonomía universitaria.
Las universidades públicas en nuestro país no pueden concebirse sin autonomía, esta se ha ganado a base de luchas históricas y movimientos estudiantiles que han cobrado vidas humanas, la separación de la universidad y el poder del estado es fundamental para que esta cumpla sus fines máximos, como lo son garantizarle a la comunidad universitaria el respeto a la libertad académica, de catedra e investigación sin estar sujetos a doctrinas o ideologías impuestas por el poder político que puedan censurar la libertad de opinión o debate sobre los temas relevantes para la sociedad, la autonomía universitaria es la pieza angular para que la formación académica de las personas se de en un ambiente que garantice la libertad plena, sin temor a sufrir discriminación o represión por parte del Estado o alguna otra instancia.
Esta facultad esta protegida por el artículo tercero de la Constitución Política mexicana y de manera específica, en la UMSNH se contempla en el articulo segundo de su ley orgánica, en ambos casos presenta tres características fundamentales; la primera es su autogobierno y esto implica que puede nombrar a sus autoridades dentro del marco de sus propios lineamientos, la segunda es la libertad de administrar sus recursos económicos y su patrimonio propio, aquí es importante recalcar que las universidades públicas no podrían existir sin el financiamiento del dinero del Estado, sin embargo, tampoco cumplirían su finalidad si estas no pudiesen determinar libremente en que gastar su presupuesto ya que estarían supeditadas sustancialmente a los designios del gobernante en turno y por último, la libertad académica, que significa que tiene las facultades para determinar sus planes y programas siempre y cuando cumplan con los fines de libertad de cátedra, investigación, libre examen y discusión de ideas, además, puede decidir acerca de los perfiles idóneos de su personal académico.
Con lo anterior, recalco el porque la universidad pública tiene la imperiosa necesidad de ser autónoma, incluso en momentos determinantes, está obligada a desempeñar un papel crítico ante el poder mismo, de no ser así, esta destinada solamente a ser botín político de unos cuantos, que verán en ella la oportunidad idónea para acrecentar sus filas partidistas por medio del adoctrinamiento utilizando al alumnado como carne de cañón.
Ante tal momento, las y los Nicolaitas, no volteémos la vista para otro lado, no hagamos de oídos sordos, seamos dignos de la historia de Melchor Ocampo y pongamos en práctica el verdadero humanismo de Don Vasco, alcemos la voz para que nuestra universidad no pierda su esencia y a toda costa mantenga su autonomía, es lo mínimo que le debemos.