Por: Miroslava Escobedo Leyva
La realidad mexicana muestra que el debate de los asuntos públicos ha pasado a un segundo plano, donde los argumentos se han visto rebasados por la amplía aceptación sin sentido, donde las disidencias cada vez son menos, tímidas y atemorizadas a pesar del sin número de inconformidades.
¿Por qué callar? ¿Por qué conformarse? ¿Por qué permitir el menoscabo y abuso? ¿Por qué ceder espacio y terminar asfixiados?
La razón la tiene el poder, ese mismo que cuando esta en las manos incorrectas puede acabar con todo, y que en manos responsables podría darnos un tanto de esperanza.
Tremenda obsesión la del mexicano que prefiere una avasallante mayoría que la pluralidad de ideas, valores e intereses, imponiendo y dominando con enormes diferencias, evitando el consenso y los acuerdos, al final del día todo lo que escuchamos es una opinión no un hecho, todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad.
Olvidamos que la injusticia se comete en igual medida por el que actúa que por el que nada hace, autoexcluirnos de los asuntos públicos permite que otros tomen las decisiones que incumben a todos, es cierto la participación es opcional solo recuerda que nadie va a venir a darnos lo que necesitamos para avanzar y crecer, hacernos cargo es aprender a escoger cómo queremos que se vea nuestro camino.
La sociedad no es un monolito, que nadie hable a nuestro nombre y decida con base en una mínima facción de la misma, somos un océano inmenso de diferentes sensibilidades, aspiraciones y realidades, demos pauta para la expresión, competencia y convivencia de la diversidad, que la razón de unos pocos no sea la verdad de los muchos.