Por: Martin Ramos
El actual gobierno ha dado mucho de qué hablar, incluso desde antes de empezar.
En el año 2018, una votación histórica le dio a la actual presidente de la República el mayor respaldo ciudadano que las elecciones han otorgado. Después de tres campañas electorales, Andrés Manuel López Obrador, por fin ondeó la bandera de la victoria para encabezar al Estado mexicano por los siguientes seis años.
El cambio ha sido muy esperado. La restructuración de la política pública en México, fue una de las grandes expectativas y retos de la presente administración.
Sin embargo, a partir del 1 de diciembre de 2018, las cosas no fueron como esperábamos. La promesa de cambio se desvaneció ante las mismas prácticas políticas ejecutadas, inclusive, por los mismos actores, aquellos que prometieron combatir.
Y es que el presidente de la República, no se destacado por ser el mejor de los demócratas, ni de respetar la ley, ni de combatir la corrupción, ni de atacar el crimen, ni de ser sensible ante las demandas sociales.
Un país que tiene tantos problemas económicos, financieros, de seguridad, entre muchos otros, espera respuestas contundentes. Una de esas respuestas, fue la prohibición por decreto de los denominados cigarros electrónicos o vapeadores, que desde ya su compra es ilegal.
Pero, si bien es cierto su adquisición es ilegal, su prohibición es inconstitucional.
La Constitución política de los Estados Unidos mexicanos, reconoce el derecho a la libre autodeterminación, que consiste en que, las personas podemos desarrollarnos de la manera que más nos convenga, para que seamos percibidos como es nuestro deseo y buscar la autorealización. Este derecho es el que permite a las personas, desde teñirse el cabello para ocultarse las canas, hasta consumir lúdicamente marihuana.
Resulta curioso que un gobierno que se dice de izquierda, en pro de las libertades de las personas, se pronuncie por políticas de carácter prohibicionista que atentan contra el derecho de las personas a ejercer su libertad.
Ante la ola de amparos que se avecinan, solamente vemos a un presidente que se preocupa más por prohibir este tipo de productos, que combatir el crimen organizado, la pobreza, la corrupción, el desempleo, entre muchos otros.
Así, Andrés Manuel López Obrador se erige como el gran acérrimo rival de los vapeadores, no así del resto de la problemática social.