Embriagarse de poder

Por Hugo Gama

Los Grupos AA trabajan de manera permanente el concepto de humildad con la intención de que el alcohólico reconozca que la bebida lo convierte en un sujeto dominado por su ego, cuyas conductas y decisiones lo llevan hacia la grandiosidad, al grado de conducirlo a atribuirse obras de Dios.

En política, siempre cabe el riesgo de forma análoga de perder humildad, es decir, embriagarse de poder, esto con las mismas consecuencias aciagas emanadas del ego y de esa superioridad que provocan las efímeras prerrogativas pasajeras. 

Sentirse prócer, eludiendo la humildad, añorando la alabanza, y sentirse ingenuamente con la fuerza suficiente de dominar al mundo, aunque ello implique lastimar o usar a los demás; es en este punto en el que se pierde la razón de ser del político o de aquel que de alguna manera tiene alguna oportunidad de ocupar un espacio público, lo cual es una agravante, ello porque no solo se afecta lo personal, sino lo colectivo.

La falta de humildad afecta la libertad personal y cognitiva, perturba la tranquilidad, daña las relaciones personales, familiares, laborales y sociales, nos hace perder el objetivo de las cosas importantes y para las cuales trabajamos, situación que prevalece hasta en tanto el individuo no reconozca el problema, punto en el cual inicia el gimoteo interno y da paso a la reflexión.

La humildad es un valor que debe ser tomado en serio, más para la clase política, ello con la firme intención de evitar superficialidades que afecten la vida pública, que en estos tiempos nos llevan a la polarización o luchas sin sentido, incluso que provocan guerras, la humildad debe formar parte del Código de Ética de la clase política.  

Nunca hay que perder la humildad, ese debe ser un propósito permanente en la vida cotidiana y en la pública, y en su caso, reconocer de inmediato, reinstalarse en los momentos previos a esa situación, pues sólo de esa manera se puede recuperar la cordura. 

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