Por Adán García
Revivir al turismo tras los atentados del 2008 en el centro de Morelia, ha sido uno de los de los retos más desafiantes para autoridades y prestadores de servicios en la historia de Michoacán.
Tuvieron que pasar 12 años para que la entidad pudiera rebasar los indicadores de afluencia registrados en 2007, un año antes de los ataques con granadas que mataron a ocho civiles inocentes y dejaron heridas a más de un centenar de personas que estaban en la zona cero de las explosiones. Algunos de los sobrevivientes viven con mutilaciones.
Ese acto cobarde apagó a la industria sin chimenea durante los siguientes años, en donde el turismo tenía miedo de adentrarse en los caminos de Michoacán; incluso, el turismo doméstico se desvaneció. El alma de México había sido vulnerada por manos criminales, y la imagen de la entidad era la de un territorio en llamas.
Un episodio anterior, ocurrido en Uruapan en 2006, fue inclusive inspiración para una escena de “El Infierno”, la cinta donde Luis Estrada nos llevó en 2010 a asomarnos a la cruda violencia del narcotráfico en México.
El levantamiento de civiles armados en 2013 y la cacería de objetivos criminales que le siguió a esa rebelión, la cual se extendió por 36 municipios, abonó a la imagen de un estado violento, convulsionado y secuestrado por la delincuencia. El turismo seguía ausente.
Desde entonces, las alertas de Estados Unidos para no visitar Michoacán han sido una constante, pero el poderoso imán de nuestros destinos han hecho que – a excepción del año pasado cuando brotó la pandemia – el turismo esté de regreso.
Los ocho pueblos mágicos, la imponente arquitectura de Morelia, los santuarios de la Mariposa Monarca y la magia de innumerables sitios históricos, de playa, montaña, reservas naturales, zonas volcánicas, tradiciones y otros, resultan una fuerte catapulta para nuevamente atraer –con todo y pese a todo- a visitantes de todo el mundo.
La reciente celebración de Noche de Muertos es la muestra más fiel de que el turismo en Michoacán se niega a morir. Cientos de miles se desbordaron en plazas y calles, haciendo suyos espacios públicos arrebatados por la delincuencia en otros momentos de nuestra historia reciente.
Pero la sombra de la violencia sigue ahí, acechando. Nos recuerda que solo se han ganado algunas batallas, en esta guerra por darle a Michoacán la estabilidad y tranquilidad duradera que merece.
El Tianguis Turístico México 2021, que se celebra en Mérida, es el escenario ideal para relanzar nuevamente a la entidad como uno de los destinos más atractivos, y a la marca que lo acompañó varios años y que nos sigue identificando como “el alma de México”.
Sin embargo, ese esfuerzo será insuficiente si no logramos alejar a la entidad de los hechos de violencia de alto impacto – según la organización civil Causa en Común, Michoacán es el cuarto estado en ese ranking, solo debajo de Jalisco, Guanajuato y Estado de México-, con 191 eventos registrados entre enero y octubre de este año.
También será en vano, si no se logra sofocar la alta explosividad que representan conflictos sociales con rostro de maestros de la CNTE y normalistas, quienes también – con sus métodos propios- han secuestrado las calles y lesionado gravemente la imagen del estado y al Estado de derecho mismo.
El reto, como después de aquel trágico 2008, sigue siendo altamente desafiante. El huésped de la violencia y los conflictos sigue instalado.
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Cintillo
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