Por: Manuel Díaz
El poder no corrompe a los hombres; los tontos, sin embargo, si entran en una posición de poder, corrompen el poder.
George Bernard Shaw
En la historia reciente de México, ha habido dos presidentes cuyo bono democrático les podría haber permitido hacer cosas muy buenas por este país; sin embargo, decidieron echarlo por la borda y regresar a las viejas y dañadas prácticas.
El primero fue Vicente Fox, quien ganó de forma clara y con bases muy sólidas, una legitimidad respaldada por la ley electoral de 1996 y con altísimas expectativas para consolidar la democracia, la economía y el desarrollo social que venía sucediendo desde la administración del presidente Ernesto Zedillo.
Pero su lamentable incapacidad para gobernar hizo que su administración detuviera los cambios positivos que se venían suscitando y se convirtió en una verdadera decepción.
El segundo, que llegó con un respaldo aún mayor que Vicente Fox, es el compañero presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, como lo explicó el analista político Liébano Sáenz recientemente, arribó a la presidencia con un “buen diagnóstico”, pero dando “malas respuestas”. De acuerdo con el analista, el diagnóstico no es suficiente “se requiere entender con realismo, y no con propaganda, lo que debe hacerse. Tengo la impresión de que esta insuficiencia, y no el conocimiento del entorno, ha sido la causa de los malos resultados de la actual administración”.
AMLO, como Vicente Fox, echó por la borda el bono democrático al pretender gobernar a través de la retórica y la propaganda y con un discurso que raya en la charlatanería. Ambos son ejemplo de los peores gobiernos en la historia contemporánea de la nación.
¿Defienden lo que juraron erradicar?
La pregunta es:
¿Por qué AMLO conserva el apoyo de quienes ha traicionado al no obtener resultados ni cumplir sus promesas? Resulta increíble que, para sus seguidores, se haya convertido en un acto de fe y prefieran culpar al pasado sin pedir cuentas al peor presente. El combate a la corrupción, la bandera que supo capitalizar durante sus 18 años de campaña, en la realidad quedó en simple retórica.
Sus familiares “incómodos”
Sus hermanos Pío y el “Martinazo” López Obrador, expuestos en video recibiendo dinero en efectivo de parte de David León y los contratos por asignación directa de PEMEX en favor de su prima Felipa.
Videograbados o no, la lista de familiares y cercanos a AMLO que incurrieron en actos de corrupción es larga, quizá como la de ningún otro mandatario, desde su exsecretario particular, René Bejarano junto con Carlos Imaz ex delegado de Tlalpan y esposo de Claudia Sheinbaum, entonces secretaria de Medio Ambiente, recibiendo dinero del empresario Carlos Ahumada. Luego los videos de Eva Cadena recibiendo dinero para la campaña de AMLO de 2018, según la exdiputada local de Morena, por órdenes de Rocío Nahle.
Las grabaciones entre Ricardo Monreal y José Murat acordando apoyos para las candidaturas de sus familiares, en Zacatecas a favor de David Monreal y en Oaxaca de Alejandro Murat.
Los del cártel inmobiliario de la 4T, Manuel Bartlett y Eréndira Sandoval, así como los contratos al hijo de Bartlett o los contratos al hermano del director del IMSS, Zoe Robledo.
En el sector energético, es igual, el conflicto de interés que existe entre el director de Pemex, Octavio Romero y su principal asesora, la exdirectora del Centro Nacional de Control del Gas Natural, Elvira Daniel. Los hijos de esta pareja, María Fernanda Romero Lozano, Jonathan y María Eugenia Cherem Daniel, socios y representantes legales de las empresas IDOC Digital Services y Red-Led Solutions.
También están los resultados de la Auditoria Superior de la Federación en temas de corrupción o incapacidad como en Sagalmex de Ignacio Ovalle, o la cancelación del NAIM donde salió más caro “el caldo que las albóndigas”.
¿Y Lozoya?
También el caso de Emilio Lozoya, uno de los directores de Pemex más corruptos que han pasado por la paraestatal y que AMLO se comprometió a resolver y develar todo lo que había en su accionar, pero hasta ahora, lo único que se sabe, es que una vez que fue detenido en España, el gobierno de México realizó todo lo necesario para regresarlo a México y ponerlo en libertad.
Y, recientemente, la protección que ha brindado a sus dos principales allegados involucrados en la tragedia de la Línea 12 del Metro, donde el presidente a toda costa trata de callar lo sucedido y dice con esa retórica propagandística que posee, que quienes hablan solo quieren afectarlo.
En cuanto al sector salud, se comprometió a que, al llegar a la mitad de su sexenio los servicios estarían al nivel de los mejores del mundo. Pero el sistema de salud colapsó por falta de atención y carencia de medicamentos en todos los niveles, además México se encuentra entre los cinco peores países en la atención a la pandemia del Covid-19.
En seguridad, las cosas están peor que con sus antecesores, el crimen organizado ha dejado más de 85 mil muertos y más masacres, se dispararon los feminicidios y en la pasada elección se batió el récord de crímenes en contra de candidatos a cargos de elección popular.
Este gobierno no habla o trata de ocultar, tragedias como las 26 víctimas de la Línea 12 del Metro; los más de 140 afectados por la explosión en Tlahuelilpan, Hidalgo; los damnificados por las inundaciones en Tabasco; los desaparecidos en el derrumbe de la mina de Múzquiz Coahuila, o los más de 250 mil muertos por la pandemia de COVID-19.
Para AMLO todo se resuelve en el discurso y en el encanto superficial de su propaganda, pero cada vez es más evidente que la realidad lo rebasa y demuestra en el fracaso de su gestión gubernamental. No se puede defender lo indefendible.