Tzin-tzun: una ventana de Michoacán

El arte, cual ventana, permite contemplar desde ese pequeño espacio un paisaje amplio y profundo compuesto de variados elementos. La maravilla que otorga una ventana a un espacio cerrado consiste en que le da la amplitud que por sí solo dicho sitio no tiene. Cuando un portal se abre el mundo se amplía. Por ello y más las artes son ventana, pórtico que amplía los horizontes.

Desde hace un par de semanas comenzó su primera temporada una escena ecléctica en el reinaugurado teatro Matamoros, estamos hablando de Tzin-Tzun, historia de princesas y colibríes. A través de coreografías, múltiples visuales, vestuarios sugerentes, música tradicional y contemporánea en vivo, actuaciones y acrobacias, se abre una ventana que tiene un paisaje vasto que muestra rápidamente el recorrido del pueblo purépecha con todo y sus aventuras de más de cinco siglos. 

En hora y media, la puesta en escena logra pasearnos por la “Relación de Michoacán”, las crónicas varias de la conquista, “Las ordenanzas de Vasco de Quiroga”, las historias de ayer y de hoy de la Independencia y de otros cuantos tópicos que dan identidad al pueblo de Michoacán en México. Pero, como siempre pasa en la obra artística, el espectador no sólo encuentra información bien documentada, sino que también está la interpretación del director y de otros agentes que intervienen en la producción. 

La apuesta escénica logra cautivar a un público variado, además de que la audiencia está muy bien dispuesto, atraído, de entrada, por la novedad de las instalaciones del recién remodelado teatro más antiguo de la ciudad. Con ese escenario la familia completa puede hacer un viaje que quiere encender el alma de México, Michoacán. 

La admiración que suscita una ventana que amplía dimensiones y hace que la mente y el corazón se dilaten, si dicho curso estético no es interrumpido, se adentra más allá de las emociones y los sentimientos, sino que es capaz de provocar una reflexión que cambia los hábitos. En este caso, Tzin-Tzun mueve las conciencias para preguntarnos si tenemos la sociedad que merecemos, la que soñaron y trabajaron hombres y mujeres a través de siglos y siglos. Por otro lado, el tema religioso evidentemente es puesto en la mesa que muestra la identidad de nuestro pueblo. Hoy por hoy nuestra cultura es el resultado de una violenta y armónica síntesis entre las creencias de nuestros ancestros y la llegada de la cruz a América. Los vestigios artísticos que están por doquier no nos pueden dejar mentir, el arte es radiografía de lo que sucede en la realidad. 

Todo esto, y más, es lo que despierta una inversión en el teatro. Es hermoso contemplar a la ciudad de Morelia produciendo expresiones artísticas de esta talla, y a su vez, mientras el orgullo moreliano se siente vibrar derrochando cultura en sus calles, plazas, teatros y templos, donde confluyen talentos de todos los rincones del estado de Michoacán,  así mismo llega, cual susurro, el reclamo de sitios como Aguililla donde el impacto llega con muestras de lo que unos llaman “lo siniestro”, la dimensión oscura de la belleza, con calles, plazas, templos y sitios desbaratados con golpes de balas y ríos de sangre. ¡Cuánto espacio y tiempo entre Morelia y Aguililla!

P. Francisco Armando Gómez Ruiz 

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