Acueducto | Samuel Ponce Morales
No hay duda que gran parte de la población visualiza como una enorme esperanza de vida la vacunación contra el Covid-19. Tras más de un año del inicio de la grave pandemia que, tan solo en Michoacán, ha dejado una estela que rebasa las 5 mil muertes, más de 10 por día. La idea de comenzar con la inmunización con la gente más vulnerable, las personas mayores de 60 años de edad, sin duda, resulta digno de reconocimiento. Sin embargo, resulta preocupante la forma de organización para programar y aplicar dicha vacunación, algo que debería ser prácticamente una operación quirúrgica, sin dobleces. No, no fue así, hubo desorganización que fue difícil corregir, que todavía lo es, pero que, se puede decir, era es perdonada, en cierta medida, al final de la jornada, por quienes era vacunados, porque al salir del embrollo se sienten victoriosos, dejando atrás las penurias. Si, hubo, hay en menor medida, impericia de los responsables de la planeación, en este caso, de un funcionario federal que ha optado por la política del avestruz, el responsable de los programas Bienestar en territorio michoacano, Roberto Pantoja Arzola.