Reconstruir el mundo con igualdad y equidad de género

Por Teresa Da Cunha Lopes

“No juegues con el futuro. Actúa ahora, sin demora”. Simone de Beauvoir

La refundación del mundo que nos impone la era de la Covid 19 implica una reconstrucción con igualdad y, con equidad de género.

Tal no es posible sin atacar de frente a la brecha de género. En la era de la Covid 19, otra pandemia se ha presentado protagonizada por otro «virus»: el virus del odio a la mujer.

Confinadas, las mujeres han sufrido pérdidas de empleo sin paralelo con el mundo masculino. Tal, en consecuencia de que son mayoritarias en muchas de los servicios y de las industrias afectadas por cierres.

Si antes de la pandemia ya enfrentaban niveles altísimos de precariedad social e inseguridad alimentaria, la crisis económico-social desencadenada por la Covid 19 sólo vino a acentuar esta tendencia.

Pero, no es solamente la brecha económica que se ha profundizado. La carga de la pandemia, pesada para las mujeres y para las niñas, también ha tenido secuelas fatales en un grupo vulnerable que está siempre en la dinámica de otras formas de marginación. Formas de exclusión basadas en raza, edad o estatus migratorio, entre tantos otros elementos del círculo vicioso de la discriminación.

Así que reconstruir, refundar el mundo, pasa por la creación de nuevas estructuras que ataquen las «reglas y normas» de las ideologías del machismo institucional, de la misoginia social, de los comportamientos discriminatorios. O sea, tenemos que ir más allá de las soluciones puramente economicistas.

Las desigualdades actuales, la brecha de género, preexistente pero cavada por la pandemia exigen una evaluación mucho más profunda y crítica de las causas sistémicas de la discriminación, exclusión y violencia por género.

Derribemos los muros que nos impiden tener una vida libre de discriminación. Sólo así, es posible refundar un mundo en que la violencia de género, sea historia. Es momento de crear nuevas vías y nuevos liderazgos para las mujeres, con las mujeres.

Es tiempo de borrar los estereotipos de género, nocivos y productores de ambientes tóxicos para las mujeres y las niñas. Estereotipos que continúan profundamente arraigados en las familias, en la escuela, en la crueldad de las instituciones para con nosotras.

Al igual que la brecha de igualdad todavía existe un “derecho de nacimiento” efectivo de «igualdad» para los hombres, frente a la terrible realidad de la desigualdad para las mujeres y niñas, en casi todo el planeta.

Debemos exigir inversión pública masiva y, corresponsabilidad de la iniciativa privada en educación y servicios de salud para mujeres y niñas, para asegurar las mismas oportunidades en sociedades globalizadas cada vez más competitivas.

Para tal tenemos que tener representación política. Una verdadera representación política, no grupos de «Juanitas» con curul.

Cuando las mujeres tienen una real participación en la política, los impactos se pueden medir en la salud pública, la economía y la seguridad, y su presencia conduce a políticas más inclusivas, sostenibles y democráticas que benefician a todos.

Un claro ejemplo : Jacinda Ardern en Nueva Zelandia. Otro : Angela Merckel en Alemania. O sea, dos mujeres en la cúspide del poder político pueden tener posicionamientos ideológicos enfrentados, pero los resultados de su acción y liderazgo tienen un enorme poder transformativo en períodos de crisis, cuando las opciones tienen que ser empáticas, basadas en conocimientos, fuerza de carácter, y sentido común.

Cuando las mujeres están subrepresentadas políticamente todos(as) perdemos.

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