Por: Hugo Gama
Recién iniciaba la pandemia del COVID-19, y en México como es habitual se especulaba con escenarios del posible número de infectados y muertos que habría en el país; la cifra que pronosticaba el “zar antiCOVID”, resultaron un chasco alejado de la realidad social, política, económica y científica del país. La falta de comprensión del funcionamiento nacional no permitió tener un escenario claro, y el resultado ha sido fatal.
En el inicio, los expertos de México afirmaban sin ningún rigor y argumento valido, que el COVID-19 era una enfermedad que solamente les daría a los ricos, por ser los que tienen posibilidad de viajar al extranjero; posterior, cuando la clase media y baja inició con contagios, los discursos cambiaron, y justificaron los contagios debido a la necesidad de la gente por salir a trabajar. Hoy la realidad nos aclara que el COVID no distingue o excluye.
El virus SARS-CoV-2 no discrimina, por el contrario, si habláramos en términos constitucionales y de derechos humanos, aplica perfectamente la clausula de igualdad, no distingue origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales o el estado civil.
Para este momento la inmensa mayoría de los mexicanos conocemos a alguien que ha pasado por la enfermedad, se tiene un familiar, amigo o conocido, algunos de ellos lograron salir avante y desafortunadamente otros no. Insisto, el COVID no discrimina, caso contrario sucede con las personas, esas sí discriminan a quienes se han contagiado.
Desafortunadamente, un enfermo de COVID, durante el proceso de su enfermedad o si es sobreviviente del virus, son víctimas de discriminación por la -condición de salud-; aunque ya no sean positivos, el circulo familiar, laboral y social los excluye, los hace a un lado o son motivo de diatriba, se hace una distinción entre sanos y enfermos, y a los segundos se les menoscaba su dignidad.
No, el COVID-19 no discrimina, el ser humano sí.