Se fue Trump a Florida, ¿Se irá Andrés a su rancho “La Chingada»?

Código Alpha/Santiago Núñez

Hace cuatro años cuando inició el gobierno del presidente republicano Donald Trump en los Estados Unidos, pocas personas hubieran atinado al señalar o intentar visualizar las distintas estampas, muchas de ellas surrealistas que el empresario y magnate inmobiliario estadounidense dejaría a manera de legado en la que muchos consideran como la principal y la más sólida democracia del mundo occidental.

Con una campaña que estuvo totalmente enfocada de una forma muy inteligente, no en la reconciliación si no en un discurso fuerte: que atacaba las fibras más sensibles del votante estadounidense que sentía en riesgo su trabajo ante la mano de obra extranjera en la región, que tenía hipotecas por pagar y que además vive con bajos niveles de escolaridad en el cinturón del maíz estadounidense.

Así pues el ascenso al poder de Trump se basó en una maquinaria discursiva bien aceitada, que sabía dónde pegar y que además así, abusó de los grandes y añejos rencores que el votante estadounidense promedio tenía para con los inmigrantes, la política de salud de Obama y en general una gran cantidad de factores que lograron permear dentro del votante duro y conservador en Estados Unidos.

De una u otra forma pudiéramos decir que el oriundo de Nueva York y al mismo tiempo el líder político mexicano tabasqueño que hoy despacha desde Palacio Nacional, tenían en común el uso de un discurso incendiario y además una popularidad arrasadora entre la estructura de votantes; haciendo ambos usos de la retórica de polarización para hacerse del poder.

Si bien en un primer momento dicha fórmula fue la llave maestra para que ambos ganaran con una diferencia muy importante respecto de sus más cercanos perseguidores; la realidad es que el ejercicio del poder también desgasta y utilizar esta forma de comunicación de manera abusiva ya no como candidato, sino como jefe de gobierno automáticamente genera un efecto inversamente proporcional al apoyo obtenido en las urnas, de cara a la primera elección subsecuente donde se mide la aprobación de los mandatarios.

Guardando las necesarias proporciones derivadas de la diferencia del sistema electoral e institucional mexicano y estadounidense, pudiéramos decir que la brutal derrota de Trump ante los demócratas en las elecciones del año pasado, deben ser un llamado de atención para analizar a fondo los posibles escenarios electorales que se van a dar durante las elecciones del 2021 en nuestro país, específicamente atendiendo a la configuración que tendrá el congreso de la unión y por ende el futuro político del proyecto presidencial que muy rimbombantemente se ha autoproclamado como la cuarta transformación del país.

López Obrador y su partido llegan desde luego con una ventaja evidente que es ejercer el poder desde la capital del país y a nivel gobierno federal, pero también con un desgaste en su relación con el resto de los poderes que aún mantienen cierta autonomía dentro del concierto político mexicano; con un desgaste que raya en la terquedad derivado de la obsesión de aparecer día tras día en la famosa mañanera, la cual pareciera que en ocasiones es más un programa de variedades televisado y no un ejercicio de comunicación gubernamental eficiente. Parte del surrealismo que ha alcanzado la mañanera incluye la proyección de Benito Bodoque y demás escenas coloridas como si fueran parte de los grandes temas de agenda pública que el presidente se dice interesado en comunicar.

A todo lo anterior hay que señalar el evidente discurso de división utilizado y bien dominado por el titular del ejecutivo: ese donde señala el México de los fifís y del pueblo bueno, ese de los liberales contra los conservadores, de ricos contra pobres, de la esperanza de México contra el PRIAN.

Así pues la elección federal del 2021, será la verdadera prueba de fuego para saber si el proyecto del tabasqueño avanza firme o bien se resquebraja derivado de la sobre exposición y el abuso en el discurso de la división, de la arenga incendiaria que puede llevar al poder, pero que lo mismo lo puede derretir cuando se acerca demasiado al sol. La moneda está en el aire y obviamente los candidatos con la bendición presidencial en muchos casos parten como favoritos por la situación ya señalada; pero basta recordar los resultados electorales que se vivieron por ejemplo en Coahuila donde el partido en el gobierno se vio tremendamente vapuleado por un PRI que nos demostró que nunca hay que darlo por muerto y que en muchos sentidos dejó ver también la desaprobación de la ciudadanía y el desgaste del partido  dominante.

Se avecina una elección complicada, compleja, con muchos matices; de la cual hoy nadie tiene la última palabra, pero la realidad es que la verdadera lucha por la continuación o no del régimen se va a dar en los distritos electorales para configurar San Lázaro; pecaría de soberbio o de futurista aquel que pueda atreverse a vaticinar resultados el día de hoy, pero también es indudable que el ganso hoy ya tiene las plumas desgastadas y que su agenda de gobierno se encuentra bombardeada por escándalos y tópicos mediáticos que naturalmente minan el rendimiento electoral de MORENA.

Trump se va de regreso no al frío de Nueva York, sino al sol de la Florida en busca de calor a una de sus múltiples propiedades. En 2021 sabremos si el presidente mexicano comienza a aferrarse a Palacio Nacional o a armar maletas rumbo a su ranchito: ese que se llama “La Chingada”…

Sergio Santiago Núñez Galindo
Abogado y consultor.
Candidato a especialista en seguridad nacional.

santiagonunez@alphaconsultores.com.mx

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