Ágora/ Jaime Martínez Ochoa
Uno de los datos más anecdóticos de la designación de Raúl Morón como precandidato de Morena al Gobierno del estado es que ni siquiera el alcalde capitalino sabe por qué fue él el elegido. Lo mismo puede decir Cristóbal Arias, aunque en sentido negativo: No sabe por qué al final le retiraron la nominación, cuando no sólo ya sentía que la tenía en el bolsillo, sino que se comportaba como gobernador.
Uno y otro fueron sorprendidos por una decisión tomada desde lo alto y si bien para uno la sorpresa fue digna de festejo, para el otro fue tan amarga y decepcionante que ya anda haciendo arreglos con otros partidos para no abandonar el anhelo de la gubernatura.
Lo anterior nos habla no sólo del desaseo con que se ha conducido la dirigencia nacional de Morena, tan expedida a la hora de repetir aquello que criticaba en otros partidos: el dedazo, los arreglos en lo oscurito y la intromisión de intereses ajenos al propio partido. Habla también de una manera turbia de hacer las cosas, donde poco importa el respeto a la militancia o los procedimientos que ellos mismos han inventado para legitimar sus candidaturas, como las famosas encuestas.
Por ello, la división que se anticipa en Morena ya ha empezado a minar las fuerzas de ese instituto, con los diferentes liderazgos entorpeciendo la designación de Raúl Morón y prefigurando un voto dividido que sin duda le restará posibilidades de ganar al candidato del partido guinda. Aunque algunos de estos liderazgos son menores y sólo tienen a su favor la estridencia verbal, tampoco se trata de minimizar a nadie.
Dice el refrán que mal empieza la semana para quien ahorcan en lunes y tal parece que es lo que ha ocurrido con Morena, que empieza de mala manera su trabajo en busca del gobierno del estado, pues las divisiones no anticipan una campaña sólida y cohesionada, que logre aglutinar a todas las fuerzas disidentes.
Es verdad, la influencia del presidente López Obrador es demasiado grande como para no buscar refugio en ella, pero basar un proyecto de trabajo en una figura tan elusiva como la del ejecutivo federal no es una buena idea, pues lo que es positivo en algún momento se puede volver negativo y más que un valor puede convertirse en una carga.
El camino de Morón hacia la gubernatura parece complicarse ya desde este momento, en principio por el adversario que tendrá enfrente, Carlos Herrera, quien se ve más fortalecido, pero también porque tendrá en las filas de su propio partido a sus peores enemigos, que no sólo buscarán boicotear sus actos de campaña, sino que ya empiezan a agitar el fuego amigo y la guerra sucia.
Se dice que en la guerra, el amor y la política todo se vale, pero quién sabe si ganar una nominación de esta manera no resulte al final contraproducente.
Por lo pronto, Morena ya perdió el primer ataque.