Gobierno de coalición

Por: Jaime Darío Oseguera Méndez

La política puede estudiarse y analizarse de muchas formas. Es al mismo tiempo una ciencia, un arte y filosofía. En cada perspectiva se abordan diferentes temas; las preocupaciones son distintas. Así, la Filosofía Política se encarga más de la reflexión sobre el deber ser de la actividad política en general, el por qué y para qué de las ideologías; el cemento de la sociedad, la naturaleza de la autoridad, la cooperación, el poder y otras cuestiones más. Los elementos éticos, los fines, la esencia de la actividad.

Sin ser una contraparte sino un complemento, la Ciencia Política por su lado, se encarga de la actividad real, el resultado de los sistemas políticos, las causas y consecuencias del poder y sus derivaciones, el autoritarismo, la democracia, la demagogia.

A Maquiavelo, tan vilipendiado por los que no lo han leído ni lo conocen, se le atribuye ser el proveedor de un recetario de perversidades para ejercer el poder. Sin embargo lo que pone al florentino en la escena del pensamiento moderno y universal es su método para describir la política real, es decir la manera en que “es” más allá de como “quisiéramos que fuera”.

Nuestras sociedades se han vuelto tan complejas, por la diversidad de pensamientos y formas de actuar; son sociedades plurales, heterogéneas, que requieren respuestas del sistema y de las ideologías. Acciones diferentes a las que se ha planteado el racionalismo político hasta nuestros días.

El signo de nuestro tiempo es la insatisfacción con los resultados de la representación política. En general hay una devaluación persistente en la imagen y prestigio de los políticos. Una explicación se debe sin duda a la falta de resultados en materia de bienestar, crecimiento económico, el aumento sustantivo de los niveles de inseguridad y la baja expectativa de un futuro promisorio.

Hay un segundo elemento.

Las elecciones se han vuelto muy competidas. Es producto de tantas formas de pensar y ver las cosas que sobreviven en comunidades altamente especializadas. No existe más una división sólo entre liberales y conservadores como fue en el Siglo XIX.

Tampoco podemos poner la raya entre federalistas y centralistas. Nuestra complejidad es mayor que las dicotomías tradicionales. Más allá de la derecha e izquierda, existe un cúmulo de planteamientos que van tomando como bandera las fuerzas políticas que compiten por obtener el poder.

Algunos partidos inclusive se constituyen en función de programas políticos alternativos, como los verdes en todo el mundo o los partidos vinculados a las causas religiosas. Quienes tienen un programa político sumamente amplio, ocasionalmente terminan desdibujados en la vaguedad de sus planteamientos ante tantas demandas ciudadanas.

En los sistemas políticos parlamentarios, la fórmula de la coalición ha resultado ser un poderoso mecanismo para lograr ciertos niveles de acuerdo en la composición de un gobierno. La consecuencia es el logro de algunas metas de eficiencia planteadas por quien obtiene la mayoría.

En Michoacán se ha planteado la formación de una coalición de diferentes fuerzas políticas, para hacer frente el próximo año a Morena, que según establecen algunos estudios, se perfila para ganar la elección a gobernador.

Habrá que establecer de inicio con claridad que un bloque opositor se establece para competir en la elección, a diferencia de un gobierno de coalición que nace para proveer un programa político, establecer condiciones de alianzas amplias entre sectores políticos, inclusive no partidistas como líderes sociales, campesinos, organizaciones de la sociedad civil, etc.

Si se pretende un mínimo de éxito, lo que deben negociar es un gobierno de coalición, más que una alianza opositora. Por lo menos, así planteado sería más atractivo, convincente, ideológicamente sustentado, poderoso y, eventualmente con posibilidades de éxito.

Una alianza de contrarios para competir en un proceso, puede enfrentarse con las dificultades de imponer candidatos diversos en los municipios, distritos o hasta en la gubernatura. Un Gobierno de Coalición, así planteado, establece las líneas de trabajo, el programa político, los perfiles para competir, pero lo más importante, establece compromisos de gobierno. Tiene mayor legitimidad.

La participación de la gente en la política tiene por lo menos dos grandes resortes.

Uno es la convicción. Hay quien sigue a un partido por sus ideas, sus planteamientos. Es ideología.

Pero también esta el resorte del interés: para conseguir un trabajo, una posición política o pertenecer a un gobierno.

Michoacán no requiere una coalición opositora en sí misma, sino un gobierno de composición, que integre diferentes visiones, experiencia regional, capacidades prácticas, honestidad probada. De manera que los partidos y fuerzas políticas que lo integren, deberán proveer ideas para un programa de gobierno y actores para que lo ejecuten. Que sea un mosaico que represente la diversidad de nuestra entidad.

Sería la primera vez que una serie de fuerzas políticas de diversos signos, que no sean comparsa entre sí, integren una coalición tan amplia, que vaya a ambos lados de la geografía político-ideológica. Pero la gran noticia sería que en verdad, más allá de sus deseos y apetitos personales por enfrentar a un adversario que parece invencible, se lo planteen en sentido positivo: no se trata sólo de ganar la elección, sino de recuperar el estado, hacerlo ir hacia delante. La premisa es sencilla, nadie puede gobernar un estado tan grande, heterogéneo, complejo como Michoacán con una sola visión.

Se trata de gobernar y no sólo de ganar. Por eso es un gobierno de coalición que incluya un programa político en el Congreso. Hoy vemos con tristeza que existen decisiones atoradas en la maraña de los intereses personales porque nadie tiene una mayoría clara.

Un Gobierno de Coalición, ahora sí con mayúsculas, es lo que requiere este sistema político para salir del marasmo de tantos años.

Vale la pena intentarlo.

whatsapp

Deja un comentario