Por Rafael García Tinajero Pérez.
Han transcurrido ya dos años de este gobierno federal, la tercera parte, un gobierno que es concebido por quien lo encabeza y sus seguidores como un parteaguas de gran relevancia histórica en el devenir nacional.
Sin duda el presidente López Obrador se ve animado en su actuación política por un gran deseo de trascendencia. Se concibe como protagonista de la historia y en función de ello asignó a su mandato presidencial un nombre, la Cuarta Transformación (4T), equivalente contemporáneo de las grandes transformaciones que de acuerdo a la historia de los libros de texto oficiales,la que aprendió en la escuela primaria de los 50s y 60s, fue la tríada compuesta por independencia, reforma y revolución. Esa historia , una con tintes de romanticismo en la que la Nación tiene un rumbo y un destino definidos; que identifica al pueblo con la Patria; que identifica a ese pueblo más como un referente discursivo que como un sujeto con voluntad propia; que construye un paraíso y un infierno laicos con sus ángeles, los héroes patrios y sus demonios, los antihéroes, los primeros en nombre del pueblo bueno luchando por lograr y mantener el rumbo hacia el destino manifiesto y los segundos desviando el curso preestablecido a causa de objetivos espurios y conductas pérfidas. La 4T, con AMLO a la cabeza, tendría por objeto reactualizar esa gesta, recuperar el hilo extraviado de la historia de México y reanudar el proceso truncado por el neoliberalismo, para volver a encauzar a la Patria hacia el futuro luminoso que la providencia le tiene deparado.
López Obrador y sus partidarios insisten en su discurso en que éste no es un gobierno más sino que se trata de un nuevo régimen, similar, por novedoso, a los que surgieron de las tres transformaciones previas. Un gran cambio en los terrenos social, económico y político. Aquí surgen de manera lógica una serie de preguntas, ¿a qué se refieren exactamente cuando hablan del antiguo régimen? ¿hasta dónde se remonta hacia el pasado? La respuesta, dependiendo del bagaje teórico del partidario de la 4T con quién nos encontremos charlando, es casi siempre lo que se llama la época neoliberal, que va de de 1982 a 2018, los sexenios de Miguel de la Madrid al de Peña Nieto, incluidos los dos sexenios de alternancia con gobiernos de Acción Nacional. La pregunta que lógicamente siguen es ¿Qué nos estará ofreciendo y entregando la 4T, al menos en los rubros económico y político? ¿cuál es la alternativa que se expresa en el discurso y en los hechos respecto a esa larga noche neoliberal? Simplemente, ¿cómo lo denominaríamos?. Por que ni a eso se llega, nombrar al nuevo régimen que viene a sustituir a la larga noche neoliberal.
Allí empiezan los problemas, los desencuentros y la estridencia; la incapacidad de ir más allá y argumentar con cierta racionalidad.
Viene la descalificación al que es considerado como enemigo político por no estar , con fe ciega, del lado de la 4T y comete la herejía de dudar de la palabra y los hechos del señor presidente, de la verdad revelada; se le considera defensor del viejo orden , de los enemigos del pueblo; se le moteja como neoliberal y conservador a la vez y se le tacha como corrupto e insinúa que sus críticas al gobierno de la 4 T sólo pueden responder a los más mezquinos intereses. Se levanta la voz y mucho , pero los argumentos jamás.
Y como no hay manera de informarse de primera mano en qué consiste exactamente la 4T, como nadie puede explicarnos el marco conceptual del cual parte, ni cuáles son los medios a través de los que se logrará esa gran transformación, ni cual su finalidad última , uno tiene que recurrir a la evidencia empírica y comparar lo que sucede con lo que fue el sistema político y económico mexicano hasta el 1 de Diciembre del 2018, cuando por decreto todo cambio, según me dicen.
En el terreno económico diariamente escuchamos por parte del Presidente un encendido discurso en contra del neoliberalismo, sin embargo éste no parece ser sino una coartada para legitimar medidas económicas y políticas que en vez de transformar las condiciones de producción y acumulación capitalistas vigentes tienden a darles continuidad.
En este contexto hemos visto la aprobación del T-MEC sin mayor discusión; medidas draconianas de austeridad que ponen en riesgo el funcionamiento del propio Estado; recortes presupuestales en todo el aparato estatal, menos en el ejército; despido masivo de trabajadores temporales en la administración pública federal, como en salud por ejemplo donde se prescindió del 30% de los trabajadores aún en áreas tan importantes como la de vigilancia epidemiológica con sus consecuencias en esta época de pandemia. La decisión de de dejar a su suerte a millones de unidades económicas pequeñas y medianas y a sus empleados sin garantía de subsistencia durante la pandemia en un claro ejercicio de darwinismo social, con el consecuente cierre de empresas y pérdida de empleos. A la obsesiva contención del gasto se suma una ortodoxa disciplina fiscal, signo distintivo de cualquier política neoliberal, con una absurda aversión a cualquier reforma fiscal. Impuestos y deuda son las malas palabras económicas del sexenio.
En una cosa si es diferente, el gobierno obradorista incorpora al catecismo neoliberal algo que estaba fuera de éste, un modelo desarrollista, sobre todo en el sector energético ,de antaño , de mediados del siglo XX con una economía cerrada, en un contexto radicalmente distinto que el de México del siglo XXI con una de las economías más abiertas del mundo.
En lo económico la 4 T no es sino una amalgama extraña que une la reducción del gasto público , bajas tasas impositivas, disciplina fiscal y libre comercio a un modelo neoextractivista de explotación de los recursos naturales. En conclusión, la 4T sigue atada a la globalización neoliberal.
En lo político México se había transitado ya del llamado Régimen de la Revolución Mexicana ,un régimen presidencialista, autoritario, corporativo, clientelar , burocrático, proteccionista , simulador y corrupto, cuyo eje era el Presidente de la República dotado de un híperpoder dado por facultades legales y meta legales y cuya correa de transmisión era su partido, un partido de Estado, prácticamente único, a una democracia incipiente con competitividad electoral; alternancia en el gobierno a todos los niveles; elecciones creíbles sancionadas por un órgano autónomo, el INE ; pluralismo en los órganos de representación pública; desconcentración del poder en los tres poderes del estado y a través pacto federal; instituciones autónomas para contrapesar el poder; libertad de expresión. Un ciclo histórico al que Porfirio Muñoz Ledo llamó la transición democrática de Mexico y que hizo posible entre otras cosas el arribo de AMLO a la presidencia. Un régimen que sin embargo, no había tenido como fruto ni mayor bienestar ni crecimiento económico y tampoco había erradicado lastres como la inseguridad, la desigualdad y la corrupción con su hermana gemela la impunidad, lo que motivó desencanto y un mal humor social que fueron bien capitalizados políticamente y electoralmente por la fuerza que hoy gobierna.
Hoy se perfila nuevamente la irrupción de un hiperpresidencialismo autoritario; mayorías aplastantes del gobierno en el Congreso; polarización extrema y ataques a quienes desde cualquier trinchera se manifiestan contra la voluntad del Caudillo; erosión institucional; uso faccioso de la ley; concentración del poder y de los recursos económicos en el titular del Poder ejecutivo; uso clientelar de programas sociales; recentralizacion de la administración pública; control por medio de la estrangulación económica de las entidades federativas; Control del poder legislativo y el judicial por el presidente de la República; erosión institucional y destrucción y cooptación de organismo autónomos diseñados para limitar el poder presidencial.
En lo político la 4 T parece significar la restauración de la hegemonía hiperpresidencialista del antiguo PRI y el debilitamiento de una democracia inacabada, imperfecta y por lo tanto incipiente , pero democracia al fin y al cabo.
Al corte de caja del primer tercio, el saldo no es bueno. Más muerte, por violencia y enfermedad; decrecimiento económico; más pobreza y desigualdad; mayor desempleo; más exclusión social; peores sistemas de salud, seguridad social y educación. Más neoliberalismo y retroceso democrático hasta mediados del siglo XX.
Entre tumbos y tumbas avanza la 4 T, ojalá no sea hacia el precipicio.