Por: Hugo Gama
Desde la época de la post Segunda Guerra Mundial, el estudio sicológico de la conducta humana tuvo un crecimiento exponencial. Los alemanes fueron motivo de análisis por parte de las naciones. El dilema era, dejarlos formar parte del concierto internacional de los países o aislarlos.
Algunos pensaron en darles una segunda oportunidad, mientras otros refutaban que ya en dos ocasiones habían provocado guerras sangrientas (repetición de conductas). Al final dividieron Alemania y 40 años después la volvieron a unir. Hoy los alemanes, sin guerra, dominan Europa y son potencia mundial, pero en esta ocasión no usaron armas, usaron la razón y la ilusión.
La ilusión es una herramienta común en política, genera ideas, imágenes y anhelos alrededor de un todo y de un nada. La ilusión es aparentar algo que no existe para cautivar o convencer, y cuando la ilusión se acompaña de proyectos tangibles, estas se pueden hacer realidad, tal y como sucedió con Alemania.
La ilusión es el mundo ideal al que se aspira, se echa a volar la mente para alcanzarlo, es todo un juego mental, más cuando es una ilusión basada en la esperanza. Basta sembrar una semilla, por mínima que sea para que el sujeto genere esa emoción, y apueste todo por hacerla realidad, y en este tipo de ilusión, dicha situación puede llevar al fanatismo, como ha sucedido recientemente.
Para el sujeto, ilusionarse no es del todo malo, siempre que haya límites y conciencia, incluso la ilusión puede motivar a ser mejor y alcanzar los objetivos, por supuesto cuando existe un proyecto; el problema es, cuando esa ilusión es una falacia, cuando no hay proyecto, esto porque generalmente siempre hay un daño colectivo o individual.
Por otro lado, cuando la ilusión se autogenera, siempre se busca crear un escenario en el que el sentimiento individual aparece, y también la conclusión puede llegar a ser un daño, esto generalmente pasa con el enamoramiento, pero eso es otro tema.
En política la ilusión es frecuente en campaña electoral y en el ejercicio de la función pública; las palabras, los discursos o las imágenes impactan en la psique colectiva y en la individual, usar la esperanza para crear escenarios, lleva al individuo a pensar y fanatizarse con lo que le idealizaron, aunque sea una total falacia.