Por: Leovigildo González
Según la definición «El ‘Mirrey’ es un sujeto egocéntrico y de escasa conciencia social. De clase acomodada y lujos especiales».
Así era considerado Diego U. A sus 18 años estudiaba en el Instituto Valladolid (de los mejores en Morelia), manejaba un auto Volkswagen tipo Polo de reciente modelo.
Fanático del fútbol americano, incluso era parte del equipo del Tec de Monterrey, su vida holgada, también incluía fiestas constantes llenas de alcohol, amigas y amigos.
Sin preocupaciones, más que por pedirle dinero a su papá, se le iba la vida a Diego, quien a decir de sus amigos, siempre fue «mujeriego».
Diego, no tenía problemas, viajaba, vivía de manera cómoda, salía y se divertía como cualquier otro joven de su edad.
Incluso su fanatismo al fútbol americano según sus compañeros, lo convertían como alguien que pudiera destacar.
La vida de Diego cambió, el 21 de septiembre fue por Jessica con quien tenía una relación, pasó por ella en el auto de siempre, el Volkswagen tipo Polo, gris.
Ese día, movió el futuro del joven de 18 años, fue por ella, la llevó a su casa, abusó de ella, para luego golpearla en 31 ocasiones, uno fue en la cabeza, la había matado.
Conscientemente de su enorme error, pidió apoyo, fue con dos amigos, para sacar el cuerpo, quienes terminaron dándole la espalda, pero ocultaron el delito.
Diego tuvo que ir solo, llevó a Jessica ya muerta, a un paraje cerca de la tenencia de Jesús del Monte, ahí dejó el cuerpo de la joven maestra.
Ahí, su vida ya era un desastre, el Volkswagen tipo Polo que manejaba tenía rastros de sangre, fue a llevarlo a un autolavado, pidió enfático que limpiarán la cajuela, frente a una cámara que grababa cada uno de sus pasos.
La trama fue mayor, un día después del homicidio, a Jessica ya la buscaban por todas las redes sociales, la paranoia provocó que pudiera apoyo a sus familiares de un abogado.
Pasaron los días, sus amigos, guardaron el secreto de lo que había hecho, tiempo suficiente para que saliera de Michoacán antes de que su rostro inundara las redes sociales.
En su huida, se cortó el cabello, en una estrategia de evitar ser reconocido.
Llegó a Barra de Navidad, una playa de Jalisco, mientras en Morelia ubicaban el cuerpo de Jessica, y las redes sociales explotaban al grito de Justicia.
Diego, estuvo atento a lo que pasaba, mientras aguardaba, en el hotel Delfín, lugar donde finalmente fue detenido.
Una semana ha pasado del hallazgo del cuerpo de Jessica, una noche de Diego en el penal de «Mil Cumbres».
Viene un juicio, donde son pocas probabilidades que se logre a su favor. Tal vez, Diego en 25 años salga de prisión y regrese a jugar fútbol americano con la misma pasión con que lo hacía hace unas semanas.