¿A qué tipo de personas les damos el calificativo de estúpidas? Ese es uno de los caminos para describir la estupidez. Hace una semana, husmeando por aquí y por allá en una grande librería de Ciudad de México, me encontré con un curioso y pequeño libro sobre un complicado y gran teólogo medieval, de hecho, sin quitar mérito a otros genios medievales, Tomás de Aquino es el gran teólogo del medievo.
El libro al cual me estoy refiriendo es un brillante estudio y una creativa entrevista que realizó el dominico alemán Hans Conrad Zander. ¿El título? Absolutamente sugerente: “La estupidez es un pecado”. Así es como regresamos al tema de la estupidez. Generalmente nosotros le damos este terrible adjetivo a aquellas personas que manifiestan tener poco sentido común y que por tanto no conocen o no practican todo aquello que deberían saber. Cuando un acto humano recibe la tilde estúpida, es porque se ha realizado o se ha dicho un acto ignorante.
¿Por qué este acercamiento al sabio medieval llevó ese título sugerente? Hans Conrad nos responde un una de sus páginas: “Tomás de Aquino enseñará después: la estupidez culpable es pecado”. El autor de la obra se refiere a que cuando se desconoce lo que se debería conocer, entonces es cuando suceden los problemas. De la mano de Tomas de Aquino uno da una vuelta por múltiples temas que corresponde al ser humano en sus potencias, al mundo asombroso en el cual vivimos y a nuestro padre Dios. Sujetos con fuerza del pensamiento de Tomás no se puede permanecer estúpidos. Así lo muestran todas esas preguntas de la entrevista que trae el libro, donde el Buey Mudo responde a temáticas tan variadas como: verdad, ciencia, fe, conocimiento, religión y sexualidad.
En la contraportada del libro se avisa que la presente introducción a la vida y pensamiento de Tomás de Aquino está dirigida a los que se acercan por vez primera a este sabio o a los que lo conocen de sobra. Y aunque quedara claro en la lectura del libro que Tomás está superado, sin embargo, al mismo tiempo su herencia tiene actualidad. Se trata de un libro encantador.
Quiero comentar dos ideas interesantes que sugiere el texto en alguno de sus apartados:
1 La inteligencia. Los genios son inteligentes. Están dotados de una buena dosis de memoria, de capacidad para resolver problemas y de muchas intuiciones que les van guiando en su investigación. Para Hans Conrad, ser inteligentes a la manera tomista es responder a la siguiente inquietud: ¿cómo se podría hacer esto de manera diferente? El Doctor Angélico elaboró un sistema de pensamiento tan novedoso para su época, que a su muerte su Suma Teológica fue censurada por un tiempo.
2 Paternidad espiritual. Biológicamente lo sabemos: tenemos unos padres. Sin embargo, espiritualmente también alguien nos da a luz; a veces pueden ser nuestros mismos padres, pero en la mayoría de los casos no es así. En nuestros procesos de socialización la vida nos regala a personas que inciden tánto en nuestra vida profunda, que ellos son quienes nos abrieron al mundo de la cultura y de la experiencia de Dios. Le podemos llamar mentor, guía, amigo, o como queramos. Paternidad y maternidad espiritual al final del día. La relación entre Alberto Magno y Tomás de Aquino está justamente en estas coordenadas. San Alberto inició a Santo Tomás en un camino que después, ya crecido, debería andar solo. Hoy nos hacen falta maestros y discípulos, pues pocos quieren engendrar y pocos quieren tener un padre.
El diagnóstico de estupidez tiene un tratamiento claro y efectivo: despertar las potencias creativas de nuestra inteligencia, y asistir a la compañía de esos hombres y mujeres maduros que tienen la capacidad de heredarnos la sabiduría que han aprendido. No existe un sabio sin que haya tenido un mentor, e igualmente, la estupidez tiene su causa en alguien que lo inició en el sendero de la ignorancia.
Desde el pórtico de la Edad Media, aprendemos que la sabiduría es un proceso educativo con la presencia de mentores cercanos a sus discípulos. Desde la ventana de la historia, contemplamos que la estupidez es una enfermedad que tiene cura.
P. Francisco Armando Gómez Ruiz