Por Teresa Da Cunha Lopes
Un breve comentario comparativo entre las prioridades estratégicas de México y de Francia en materia de transición a un nuevo paradigma energético.
El elemento más abundante del universo, el hidrógeno, es un recurso energético comúnmente utilizado en el sector industrial en forma gaseosa o líquida.
Puede producirse utilizando energías renovables que tienen la particularidad de ser fácilmente almacenables: características que lo convierten hoy en un activo para nuestra transición energética.
Activo, totalmente olvidado en México.
Incluso si se trata de una tecnología que aún es un poco cara, todos los expertos esperan que el uso del hidrógeno aumente en todo el mundo en los próximos años , en particular en los sectores de la energía para la producción industrial y el transporte.
“Ansioso» por perder otra oportunidad económica y ambiental, el gobierno mexicano ha “decidido” no formalizar el lugar que el hidrógeno ocupará en el panorama energético mexicano en las próximas décadas. Al revés , se ha pronunciado, con voluntad política de hierro, por el fortalecimiento del paradigma de la primera mitad del siglo pasado: por la produccion en base a las materias primas fósiles.
En los antípodas de la política energética mexicana, el gobierno francés ha puesto en marcha un plan nacional para el desarrollo del Hidrógeno como instrumento para una política “verde” en el sector del transporte.
El gobierno Macron pretende que el hidrógeno sea utilizado para mejorar la huella de carbono catastrófica del sector del transporte (por carretera, pero también por ferrocarril y por río). El plan nacional francés de hidrógeno contempla el despliegue de 100 estaciones de carga para vehículos de hidrógeno para 2023 (contra veinte hoy). Esta medida tiene como objetivo estimular las ventas de vehículos de celdas de combustible eléctrico para alcanzar una flota de 5,000 unidades en circulación, aún para 2023. Un objetivo a más largo plazo es construir una flota nacional de vehículos comerciales ligeros de hidrógeno de 20,000 a 50,000 unidades, alimentados por una red de 400 a 1,000 estaciones de carga, para 2028.
Pero, esta no es la única medida para un plan energético de uso del hidrógeno como fuente alternativa de producción de energía . El gobierno francés quiere que este objetivo se logre mediante el uso de la electrólisis del agua, una técnica que consiste en descomponer las moléculas de agua en hidrógeno utilizando una corriente eléctrica. Esta técnica permitiría valorar el excedente de electricidad renovable producida durante períodos de bajo consumo. Para tal, el gobierno de Macron anunció que parte de los fondos movilizados para el plan de hidrógeno se utilizarán para desplegar electrolizadores. En un inicio, estos electrolizadores se colocarán cerca de pequeños sitios industriales, que ya consumen hidrógeno. El objetivo es hacer que estas instalaciones sean rápidamente rentables y permitir que estas plantas industriales se muevan hacia el autoconsumo (democratizador) de hidrógeno.
Este es un plan nacional modelo del cual podríamos retirar lecciones, en vez de quedar atados a la obsesión del “petróleo/carbono” que parece ser el paradigma vigente de las autoridades mexicanas del sector energético, paradigma que va contra los principios adaptados internacionalmente para la transición energética pero que parece una mala copia de la política energética de Trump disfrazada con una narrativa de nostalgia “nacionalista” cardenista.