Por: Martín Ramos
Desde hace ya algunas semanas, los mexicanos hemos estado en un confinamiento voluntario, derivado de la emergencia nacional decretada el pasado 30 de marzo, cuya finalidad consiste en combatir el SARS-CoV2. En este sentido, los tres órdenes de gobierno han emprendido -aunque tardíamente- acciones para evitar una catástrofe sanitaria que ponga en riesgo la salud y la vida de las personas.
Estas medidas han consistido desde la compra a sobreprecio de ventiladores al hijo del Padre de la “Mafia del Poder”, hasta la restricción de actividades “no esenciales”, excepto aquellas que el Presidente de la República requiere para sus obras faraónicas.
A nivel municipal, no sé si de manera proactiva, por llamar la atención o por impericia, ha decidido, en “uso de sus facultades”, que notoriamente ignora o no le han avisado cuáles son, “salvaguardar la salud de los morelianos” mediante la clausura la venta y desarrollo de actividades “no esenciales”.
Esta restricción, lejos de ser una medida efectiva, pertinente y oportuna, se traduce en una ocurrencia, como ya es costumbre en los funcionarios emanados de su partido, que impide a miles de morelianos desarrollar su actividad para subsistir.
Y es que, al acudir a cualquier tienda de autoservicio para comprar algún articulo como ropa, dulces, juguetes para aminorar la cuarentena de nuestros hijos, o simplemente adquirir algún producto que nos haga sentir mejor, resulta que por disposición municipal -la mentada circular 020 emitida por el Secretario del Ayuntamiento- estamos impedidos para acceder a lo que normalmente teníamos derecho a por estar clasificado como “no esencial”.
El problema es que tal clasificación atiende al imaginario de algún funcionario que poco sabe de derecho y menos de sentido común. Basta con acudir a una tienda cualquiera en busca de ropa interior, misma que es necesaria para la dignidad humana, pero encontrar que por idea del municipio no podemos adquirirla, pero sí podemos comprarnos un flip top de cigarros que efectivamente pone en riesgo la vida de las personas y sus cercanos, más aún tratándose de un consumible que compromete el aparato respiratorio del consumidor.
Así de ocurrente, locuaz, falta de pericia legal y de sentido común son las acciones del munícipe, que lejos de coadyuvar al combate de la pandemia, aleja el pan de las mesas de miles de morelianos que de por sí a están la pasando mal. Si de plano el Presidente no comprende conceptos básicos y literales de Derechos Humanos, basta con buscar un tutorial en YouTube denominado “Test de Proporcionalidad” explicado con manzanas por el Doctor Miguel Carbonell, para determinar la pertinencia o no de sus medidas.
Estas medidas aparte de no permitirle al ciudadano acceder a insumos, limita la actividad comercial de los morelianos cuyas actividades no ponen en riesgo tales como florerías, zapaterías, tiendas de ropa, entre muchas otras, eso sí, sin descuidar en ningún momento las medidas de higiene, sana distancia y protección tanto de empleados como de clientes.
Estas medidas no abonan a la no propagación del virus, solamente se traducen en oportunidades para la corrupción ya que pone al arbitrio de un funcionario de medio nivel la decisión sobre si permite o no que las personas lleven el sustento a sus casas. Para eso no fue electo, Presidente. Sabemos que no se lo esperaba, pero nosotros tampoco.
Ahora si, que como dice el dicho, no me ayudes, compadre.