Ayer el mes de Mayo hizo su entrada en nuestro calendario anual. Y con él vinieron las flores. Quizás este mes es el más femenino de todos. El motivo: las mamás y María. Se trata de una estación anual que tiene a las mujeres por anfitrionas. El 10 de mayo celebramos a las heroinas del hogar, y celebramos día a día a la Virgen María, con especial tinte el 13 de mayo, Nuestra Señora de Fátima. Siempre María.
En el estado de Michoacán existe un municipio que hace gala de tierra de nacimiento y de venta de ramos: Tuxpan de las flores, justo en el bello oriente del estado. Donde las flores se hallan por aquí y por allá. Incluso al pasar por dicho municipio se asoma una glorieta que es un monumento a la gladiola, la reina de la flora de aquel sitio.
Las florerías estuvieron titubeando si abrían o cerraban sus puertas. Pero estoy seguro que en este mes asumirán el riesgo y los cuidados para adornar las citas festivas de este periodo del calendario. Nuestras madres y María lo merecen. Ya verán.
¿Por qué esa costumbre de obsequiarnos flores? Ramos, arreglos, flores singulares, coronas, canastas, macetas grandes y pequeñas, infinidad manera de regalar una flor. Quizás sea por sus colores, por sus variadas formas o por su olor agradable, pero ayer y hoy el mundo de las flores es el espacio de la recreación y de la armonía. Además de los jardines, también en espacios cerrados se busca poner flores en un jarrón, pues se genera un ambiente fresco y agradable a los sentidos.
El versátil y polémico escritor irlandés Oscar Wilde, dio inicio a su obra literaria “El retrato de Dorian Grey” exactamente así: “El intenso perfume de las rosas embalsamaba el estudio y, cuando la ligera brisa agitaba los árboles del jardín, entraba, por la puerta abierta, un intenso olor a lilas o el aroma más delicado de las flores rosadas de los espinos“. De forma exquisita el autor nos transporta a un sitio de ventanas grandes y abiertas, donde principalmente la puerta también abierta de par en par deja entrar el cosmos que comunica un jardín de diversas flores y hierbas. Definitivamente un lugar con flores o sin ellas no es el mismo.
Las flores son para regalar, para adornar un jardín, para realzar la belleza de una celebración religiosa o para darle vida a un espacio cerrado. Quizás su “omnipresencia” nos habla de la necesidad que sentimos de vernos rodeados de belleza. Las flores no sólo se hacen presentes en variados espacios, sino también en momentos muy diferentes de la vida: cuando hay amor y cuando hay dolor. En el encuentro de enamorados o de amigos, y en la despedida de un ser querido.
Conozco un amigo al cual no le gusta comprar flores, le parece un acto demasiado “sensible”; otro amigo ama comprar y regalar flores a sus seres queridos, y hay varias amigas que vivirían entre flores todo el día. Sea cual sea la posición ante la adquisición y disfrute de las flores, siempre ellas atestiguan que un ramo de flores es el grande signo de estima y de finura de espíritu. Todo lo que existe detrás de una flor.
Disfrutemos de la belleza de la vida. Las flores son esas pequeñas criaturas vegetales que en los planes de Dios y en la sabiduría divina que ha ordenado el mundo, nos recrean con su presencia. Yo sé que lo saben, pero quiero recordárselos: también Jesús admiraba la belleza de las flores -sobre todo Él-, ya que alguna vez, catequizando, afirmó lo siguiente: “fíjense en los lirios: ni hilan ni tejen. Pero yo les digo que ni Salomón en todo su esplendor, se vistió como uno de ellos” (Lc 12,27).
P. Francisco Armando Gómez Ruiz