Por: Ernesto Pacheco
“El péndulo de la mente alterna entre sentido y sinsentido, no entre el bien y el mal.” Carl Gustav Jung
Así se mostró esta semana en la Cámara de Senadores cuando se aprobó la Ley de Amnistía haciendo realidad una de las controvertidas promesas de campaña de AMLO, la que en principio fue planteada para que los narcos pudieran pactar con el gobierno, evitando su responsabilidad por el tráfico de drogas, los asesinatos, los secuestros, las violaciones, el cobro de cuotas; permitiendo, con la promesa del retiro de ese estilo de vida, no pisar la cárcel, y con lo cual según lo prometido, el gobierno podría bajar los índices de violencia e iniciar un periodo de paz.
Hasta ahí la promesa, lo que llamó profundamente la atención fueron las formas en la ejecución de la instrucción presidencial por parte de los senadores de MORENA, esa manera tan arrogante, porque no decirlo, hasta arbitraria en el ejercicio del poder que tiene esa mayoría en la cámara, pareciera que olvidaron que son parte de una democracia, pues impusieron la Ley General de Amnistía a raja tabla, desestimando las necesidades que surgen en este país causadas por la pandemia, ignorando los temas propuestos por los senadores de oposición que solicitaban entre otras, la discusión de una ruta para la reactivación económica, o el establecimiento de medidas punitivas por ataques al personal médico.
En definitiva, esta Ley tuvo un enfoque distinto al planteado originalmente en campaña, ya no se habló de un acuerdo con los narcos, sino, se propuso como una medida adoptada por el Gobierno Federal para evitar contagios de Covid-19 en las cárceles del país, al mismo tiempo se plantea como una manera de corregir injusticias cometidas por policías, abogados y jueces.
Con dicha ley se pretende liberar a más de 6 mil reos que EN TEORÍA no representan un peligro para la sociedad, que cometieron delitos tales como el aborto, posesión y transporte de drogas por personas en estado de vulnerabilidad o casos como los de adultos mayores de 65 años, con más del 70% de su condena cumplida, el robo simple, por nombrar algunos.
En este sentido, no debemos dejar de hacer algunos cuestionamientos en razón de los resultados esperados, imaginemos que se logra poner en libertad a estos 6 mil presos, lo primero que tendrán que enfrentar es el proceso de reinserción social, el encontrar un empleo, de por sí difícil en este país, eso sin contar la crisis económica derivada de la pandemia, la que ha reportado en dos meses una pérdida de más de 347 mil empleos.
Además, no queda claro si se tiene contemplado seguimiento alguno y/o supervisión a cada caso, sí alguien reportará y registrará sus actividades, o si tendrán acceso a terapia psicológica, y lo más importante si se ha pensado en darles las facilidades para que obtengan un empleo, o al menos incluirlos en algún programa social por decir alguno, el de “sembrando vida”, con la firme convicción de que no pongan como pretexto la falta de oportunidades para volver a delinquir.
En conclusión, cumplimos promesas y seguimos sin atender las prioridades.