“Una pena en observación”

Se trata de un breve, interesante e impactante libro que recoge el testimonio jamás antes visto de un escritor que sufre la profunda pérdida de su amada. C.S. Lewis (1898-1963) estuvo casado con Joy Greshaman (1915-1960).  Se trató de una relación muy corta, donde Lewis pasó de novio a casado y viudo en muy corto tiempo. Sin embargo, esos años de cartas y de una relación intensa ya físicamente juntos, llevó al escritor británico a una de sus más hondas reflexiones sobre el sentido de la vida, de la pérdida y del lugar de Dios en medio de tanto dolor. 

¿Se puede pasar por el pórtico del dolor como si fuese un sitio de belleza? Es decir, ¿hay algo de bello en el dolor? Cuando decidí comprar e iniciar a leer este libro del autor de las Crónicas de Narnia, en medio del confinamiento que ahora estamos viviendo, leyendo las primeras páginas dudé si seguir o no, pues no me quería sentir rodeado de un clima de tristeza desesperante. Pero la lectura ágil del texto y el irse llenando poco a poco de luz me fue acompañando hasta concluir el libro. 

Es impresionante encontrar textos como éste. Se trata de una confesión donde los sentimientos y pensamientos van saltando con fuerza y espontaneidad. El libro resulta impactante porque el autor, reconocido como un escritor de fuerte arrastre espiritual, de pronto se desnuda y deja ver sus más terribles dudas de fe y sus temores frente al misterio de la muerte. Sin embargo, la pluma del escritor va encontrando paz en los fundamentos de su fe en la medida en que va mostrando sus sentimientos y así los va inundando de la mirada de Dios. 

Todos los aullidos iniciales -y no pensamientos-, tal como el mismo Lewis lo dice, son un sonoro silencio que busca y busca un rostro, sí el de su amada que se ha esfumado, pero también anda buscando un rostro más robusto. Se planta ante Él para reclamarle el abandono y su aparente falta de bondad. Es aquí donde encontremos al escritor creyente que tiene un “encontronazo” con su padre Dios. 

La historia de la literatura nos ha regalado muy pocas páginas como éstas. Escribe el anglicano británico en un fuerte lamento: “No soy capaz de encontrar asiento, ando azogado y nervioso, bostezo, fumo muchísimo. Antes nunca llegaba a tiempo para nada. Ahora no hay nada más que tiempo”. Sin embargo, en medio del profundo dolor y tristeza va emergiendo la belleza, pues Dios va contestado a su amigo escritor en la manera en que éste va deslizando su pluma. 

Todos los demás escritos del gran C.S. Lewis fueron un entrenamiento para esta pelea. Él salió vencedor y así se pueden sostener sus escritos anteriores. Había sido sencillo acentuarse en el camino de la fantasía y del amor para regalar obras maestras a la humanidad, como “Los cuatro amores” y “Las crónicas de Narnia”; pero ahora estaba legando un texto que sostenía o derrumbaba todo lo anterior. Lewis aprendió a encontrar belleza en la pérdida.  

Hace pocos días vi un mensaje duro y breve en redes sociales, donde se proclamaba una parte de la verdad de estos días de encierro: no todos los días se hornean pasteles en los hogares, hay momentos bastante malos. Ahí, justo ahí, es donde se libra la batalla. Mirar al cielo, orar, sostenerse en Dios serán la única y mejor solución para encontrar belleza en lo cotidiano de nuestra vida. 

Hoy no podemos hacer el viaje de nuestra vida. Pero un buen libro nos transporta hasta los sitios donde menos hemos imaginado y conocer a personas insospechables. ¡Hagamos un viaje!

P. Francisco Armando Gómez Ruiz 

whatsapp

Deja un comentario