Por Teresa Da Cunha Lopes
Una reflexión obligatoria, en los días que corren, debería centrarse en los límites del derecho en la era de Internet y del coronavirus…
Las nuevas estructuras de interacción de las sociedades contemporáneas han aumentado la capacidad de los individuos para conectarse y colaborar con otras personamos allá de su ubicación física inmediata.
Las redes sociales, las plataformas educativas, las app, en particular, han abierto oportunidades para encontrar una gama mucho más diversa de personas, bienes, ideas y proyectos individuales y colectivos. Los flujos de información son continuos, las interacciones múltiples, las posibilidades casi infinitas.
Al mismo tiempo, sin embargo, también debemos reconocer que el desarrollo de estas conexiones -transnacionales, transfronterizas, desconcertadas, difusas -es a menudo involuntaria, por veces coercitiva y, sus «oportunidades» y posibilidades desigualmente distribuidas , en función del país y de la esfera social en la que nos encontramos.
Redes funcionales o redes de información, nuevas unas y otras no tanto, a menudo producen límites inesperados , indeseados, en que la participación depende del nivel educativo, de las credenciales sociales. del acceso a la tecnología y , del control más amplio de los recursos materiales y culturales.
Es altura de aislar las tendencias de estos nuevos entornos e identificar los límites del derecho, y sus retos, para enfrentar las posibilidades abiertas por la tecnología, baluarte en la época de crisis sanitarias y económicas, a fin de evitar las derivas autoritarias y secretarias del estado, por un lado t de absorber, disminuir los impactos negativos sobre las libertades individuales y la economía.