Por Teresa Da Cunha Lopes
Entre la evolución de las mentalidades y la necesidad de la renovación de la clase política, todos los actores, cualquiera sea la tendencia, y los gobiernos deberían buscan garantizar una representación efectiva de la ciudadanía, sin marginalizar la mitad de la población: las mujeres. O sea pensar el campo político y la participación política a partir del paradigma de la paridad igualitaria.
Sin embargo, lo que tenemos es una subrepresentación de las mujeres en el espacio político.
Esta crisis de representación y ciudadanía radica en la participación desigual entre mujeres y hombres en la gobernanza política y también económica. Desigualdad que resulta en la falta de oportunidades para que las mujeres participen en el ejercicio de mandatos, asuman funciones electivas, participen en todos los niveles de decisión…
Es bien verdad (y no lo niego) que la subrepresentación de las mujeres en la política , y en los círculos de la toma de decisiones se debe , por otro lado, a condiciones histórico-culturales que debemos tener en cuenta. Por ejemplo, a un reconocimiento tardío de su derecho al voto, principalmente debido a la concepción tradicional del papel de la mujer en las sociedades occidentales que, hasta la segunda mitad del siglo XX, tuvieron su actividad limitada a la esfera privada y las tareas del hogar, mientras que la esfera política estaba bajo la responsabilidad , casi exclusiva, del hombre.
Sin embargo, el desafío de redefinir la ciudadanía consiste sobre todo en la articulación de las dimensiones sociales , políticas y económicas.