Por Teresa Da Cunha Lopes
México tiene , en este momento, reales posibilidades de volver a ocupar un lugar en el Consejo de seguridad de la ONU. El problema no reside, solamente, en el cabildeo de los países miembros para obtener su voto. El principal obstáculo es interno, y reside en una falta de voluntad en asumir internacionalmente las responsabilidades que recaen en una Nación que como México está entre las 20 potencias mundiales . Esto, porque estamos “secuestrados” por un pasado basado en “doctrinas” rebasadas, pero que justifican ausencias estratégicas presentes. Lo que nos ha impedido pensar el futuro. Nos ha marginado de las decisiones globales.
Rehenes de la historia artificialmente producida desde la narrativa del poder, los mexicanos, colectivamente, han sido incapaces de pensar el futuro. Obsesionados con las injusticias reales o imaginarias del pasado, a cada uno de los individuos le resulta imposible avanzar para allá de simplificaciones o de falacias construidas por terceros . Así que abdican de las libertades para colocar sus destinos en manos del líder, del cacique , del mesías o del capo. En fin, del «hombre fuerte». A medida que las tensiones se han intensificado en los últimos años, su posición central en el sistema mexicano se ha fortalecido. El régimen ha utilizado cada vez con mayor frecuencia la percepción de la amenaza de enemigos internos , como pretexto para reprimir a su propio pueblo y fomentar el caos en todo el país. Hoy, usa ese “pasado” para justificar replegarse sobre el “ombligo” , y tratar como “secundarias” las opciones de política exterior .
Ahora bien esta es una «enfermedad “ que está gangrenando nuestras opciones presentes , y nos impide de colocar la cuestión pertinente: ¿Qué clase de gran potencia puede ser México?
Es verdad que el presente es fruto de opciones pasadas . Pero, México , como cualquier otra nación, no es una isla , ni puede pensarse desde una lógica puramente nacionalista y populista. El presente y el futuro de México tienen que encuadrarse en el orden mundial cambiante, dinámico y basado en los avances tecnocientificos y sus transvases a los diversos sectores.
México no puede existir en el vacío, porque otras potencias siempre intervendrán para llenarlo. Así como China, la nueva potencia emergente, se ha estado dando prisa para imponerse en el escenario mundial, al igual que una revigorizada y militarizada Rusia, así Mexico se debería ubicar como potencia latinoamericana, volteada para el Pacifico, pero sin romper sus lazos históricos, culturales, familiares y económicos con el viejo Continente.
Ocupar una posición en el consejo de seguridad ( posibilidad que tiene abierta) es fulcral para realizar esta visión de país – puente entre diversas herencias y nación -charnera entre múltiples mercados.
El orden actual no está ya definido por una o dos superpotencias, aunque tampoco se basa en el multilateralismo, ni en ningún otro marco diseñado para equilibrar intereses contrapuestos y contener, evitar o resolver conflictos. En este sentido , la emergencia de líderes regionales puede ser real y, extraordinariamente, eficiente.
Como potencia regional, ocupar un lugar en el Consejo de Seguridad , permitiría a México ser el conducto de la construcción de equilibrios de una tercera vía que buscaría colocar frenos a un Trump que deliberadamente ataca instituciones de posguerra como la Organización Mundial de Comercio, o cuestionar a Rusia en su estrategia de destabilización de las democracias , y denunciar a China en su sistemática violacion a los derechos humanos ( internamente ) y como predadores de los recursos naturales a nivel mundial ( externamente ).
Entendamos que la “Pax Americana” multilateral de la era de la Guerra Fría dio paso al regreso a un mundo en el que los países hacen valer sus intereses nacionales a expensas de otras potencias más débiles. Seamos concretos, México no puede simplemente soslayar o ignorar los efectos de este cambio radica
De ahí, la urgente necesidad de construir bloques regionales, como por ejemplo en América Latina, liderados de forma difusa y pragmática por naciones que, como México entienden lo que es el diálogo entre civilizaciones . Más aún , saben los costos humanos, sociales y económicos de la reducción de la acción a un único componente: la violencia.
En vez de continuar de rehenes de un pasado artificialmente explicado por una narrativa manipulada, unilateralmente, desde una perspectiva de poder, avancemos para la construcción de un debate de las visiones de futuro. A partir de estas visiones hagamos opciones abiertas, dinámicas, en base al paradigma de las libertades. A partir de ahí, unamos al continente en una plataforma de entendimiento mínimo . Esto, para enfrentar presiones económicas o diplomáticas (como es el presente caso) y ser solidarios con otras naciones que sufren o —como el caso de Ucrania—, el uso de la fuerza por parte de Rusia. .
Dejémonos, entonces , de escarbar pasados de una ilusión que sólo producen divisiones internas y nos colocan en la periferia.
Es tiempo de responder a la cuestión : ¿Qué clase de gran potencia puede ser México? Iniciemos el debate interno, tengamos las agallas de ser actores internacionales y, no solamente, la de espectadores. Luchar por obtener ese lugar no permanente en el Consejo de Seguridad puede ser un primero paso para dejar de estar secuestrados en el pasado .