Inclusión o demagogia

Por: Luis Ventura de La Rosa

Es frecuente escuchar el uso de este término con mayor frecuencia como si con el solo hecho de nombrar algo fuera una realidad, sin siquiera entender las implicaciones que ello conlleva.  Por ejemplo, se habla de inclusión de las personas con alguna discapacidad, sin siquiera reflexionar que es un proceso integral y que se deriva de las condiciones del individuo y de la sociedad que lo rodea.

Es difícil entenderla cuando se observa  el incumplimiento a disposiciones en materia de Derechos Humanos, tales como como las cuotas laborales o la armonización legislativa, y así estamos en presencia de discriminación estructural, ya que por un lado está el discurso de derechos humanos pero por el otro se da la omisión de éstos por parte de los poderes del Estado; en este sentido, la sociedad cansada y en el hartazgo se organiza, pero estos son intentos esporádicos de alzar la voz para reducir las desigualdades, e incluso en ocasiones es un grito de “aquí estamos”. El tema de derechos humanos hoy requiere un disenso de las distintas voces, es imprescindible incluir al prójimo y buscar soluciones conjuntas a problemáticas cotidianas, no en foros ni en firmas de acuerdos, sino que se debe contribuir a escuchar las necesidades y hacer parte de la solución de la problemática “ya basta de demagogia”. Hagamos algo, solo así se derrumbarán muros como el de la apatía, la indiferencia, la exclusión y la intolerancia, los cuales privan a las personas de la esencia de todo ser humano, su dignidad y libertad acotando el ejercicio de su ciudadanía. 

Urge pasar del discurso políticamente correcto o las buenas intenciones a la acción empática que disminuya las desventajas históricas que viven las mujeres, los pueblos originarios, las personas con alguna discapacidad, miembros de la comunidad LGBTTI, ellos son parte de la sociedad y no podemos continuar invisiblizándolos, ignorándolos, y haciéndolos sujetos de caridad, o peor aún, a la indignidad o el olvido.

Basta observar el café donde usted regularmente acude, la calle por dónde camina, el cine al cual acude, incluso cualquier edificio donde realiza un trámite. ¿Cuenta con acceso a personas con discapacidad? ¿Me afecta en algo que personas pertenecientes al colectivo gay tengan los mismos derechos que yo? ¿Trato de aprender la cosmovisión de grupos originarios? O quiero que ellos se ajusten a mis normas, a mis costumbres y forma de pensar para, de esa manera, poder dialogar; de lo contrario los considero transgresores de la realidad.

La mujer continúa luchando por espacios de participación.

CONAPRED señala: “La discriminación es una práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de desprecio inmerecido a determinada persona o grupo, que a veces no percibimos, pero que en algún momento la hemos causado o recibido”.

Pero como es el mundo de los conceptos, pareciera que se quedan cortos a la realidad que viven miles de personas a diario, a los cuales se les persigue por pensar distinto, por exigir igualdad o por no adecuarse a la normalidad, una normalidad que solo existe en el imaginario de quien lo pretende y que apela más a prejuicios y maneras personales de ver las cosas y no corresponde a la realidad. Es quizá miedo a reconocerme en el otro, creyendo que así atentamos con nuestra identidad, lo que nos impide ver al otro como semejante y no como diferente.

Ya no podemos pensar una sociedad sin todos, ya no es posible, ahora se debe de entender una realidad en la que vivimos y llegar a un estadio de igualdad real, de hablar de semejanzas no de diferencias, y de inclusión no de barreras; así se podrá construir el México democrático al que se aspira, de lo contrario es mera ilusión, o peor aún, es una mentira.

Si bien es cierto, no toda la tarea es del Estado el cual no puede continuar de oídos sordos, brazos cruzados y en un pedestal; es hoy necesario entender las distintas realidades, pero encontrar un dialogo que nos lleve a la reconstrucción de una individualidad más incluyente que posteriormente se vea reflejada en la sociedad.

Es el establishment quien se ha encargado de atomizar al individuo, desdeñando las acciones colectivas al calificarlas de simples masas o aglutinamientos, sin escuchar la legitimidad de sus demandas.

LUIS VENTURA DE LA ROSA

 POR LA LIBERTAD, LA IGUALDAD Y LA FRATERNIDAD

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