Pórtico/ Francisco Armando Gómez Ruiz
Estiras la mano y puedes tocar a Dios. Así me escribió una amiga al ver la fotografía que le envié del glaciar Perito Moreno de la Patagonia de Argentina.
Ahora mismo comenzó el verano en el sur del continente americano, y el glacial que se forma en medio del Lago Argentina, en los límites geográficos con Chile, luce con una elegancia invernal en pleno solsticio de verano, cuando los días son tan largos porque el sol se oculta a las 22:30hrs. Don Perito Moreno, glaciar, en esta época se mueve dos metros al día, pues el sol del tiempo lo debilita haciéndolo que a diario tenga pequeños y grandes derrumbes y posea tonalidades de azul cielo que sólo en este tiempo puede lucir.
Cuánta belleza en varios kilómetros cuadrados de hielo. Cuánta exuberancia en frío. La naturaleza y sus caprichos de belleza, el artista de la naturaleza que sorprende con muestras majestuosas de lo sublime.
El gran explorador argentino Perito Moreno dijo del sitio que contiene el interesante glaciar: “mar interno, hijo del manto patrio, que cubre la cordillera en la inmensa soledad, la naturaleza que te hizo no te dio nombre. La voluntad humana desde hoy te llamará Lago Argentino”. Y fue así como esa zona franca entre Chile y Argentina pasó al territorio de éste.
En la región de la Patagonia, donde abundan los corderos y los pingüinos, y donde las planicies son kilómetros y kilómetros rodeados por montañas verdes y otras blancas, allí, donde la densidad de población es bajísima, ahí en medio de la nada salta la belleza del agua congelada.
El invierno en pleno verano es hermoso: se conjugan las tonalidades veraniegas y los colores invernales. Se trata de una explosión de colores que embargan cuerpo y alma. Mirando frente y fijamente a Don Perito Moreno, glaciar, se piensa más allá del fenómeno natural; por ejemplo, se puede comenzar a pensar en la armonía de los contrastes, en la sinfonía que se puede alcanzar cuando lo diferente se unifica. Calor y frío, verde y blanco, vivacidad y firmeza.
Así de grande la vida que el Creador nos regaló.
Cuando vienen derrumbes en el glaciar y entre una profundo silencio emerge el solemne ruido y el blanco azul cae al agua, detonan los destellos de la belleza, haciendo comprender que también el derrumbe, la pérdida, el desprendimiento -tan parte natural de la vida-, produce placer; también el adiós es bello.
Así de altas las notas bellas que vienen del glacial argentino.
P. Francisco Armando Gómez Ruiz