Rosas, alcatraces, girasoles, lilis, tulipanes, y entre todas estas flores, las nochebuenas. Desde hace un par de días en los hogares comenzaron a llegar pequeñas y grandes macetas con esta clásica flor decembrina en colores verde y rojo. Algunos las quieren para embellecer interiores y otros se aventuran a ponerlas en la sombra de los jardines. Nochebuenas por aquí y nochebuenas por allá.
En esta semana tuve la oportunidad de subir y bajar, entrar y salir por muchos viveros y negocios de nochebueneros en San Felipe de los Alzati, muy cerca de Zitácuaro, Michoacán. Confieso que llegué por mera curiosidad y salí con una jornada de muchas enseñanzas teóricas y prácticas. Don Agustín, mientras me daba un recorrido entre miles de nochebuenas rojas, doradas, rosas y blancas, me contaba del proceso de poco más de medio año para hacer crecer las flores y cuidarlas para que sus colores sean los justos. Doña Lucía, luego, me mostró los números diferentes de flores en base al tamaño como las dejan crecer; y Lupita me hizo adentrarme en el mundo de elegir flores y meterlas en su respectivo cono de papel. Estoy convencido que cuidar una flor es todo un reto de mil atenciones que nos pone a prueba en la paciencia y en la delicadeza para con el mundo que vivimos.
En San Felipe de los Alzati, existen cientos de viveros grandes y pequeños. Muchas familias tienen sus principales ingresos a través de este trabajo que con toda propiedad puede ser calificado como artesanal, pues reciben una minúscula florecita que con el cuidado de sus manos la hacen crecer en los colores y los tamaños que ellos van cuidando. Me contaron que la tradición viene de al menos cincuenta años atrás, cuando había un gran vivero cerca de la carretera principal. Ahí fue donde el pueblo se hizo amigo de la navidad y de los turistas.
¿Por qué esta flor que en su proceso de fotosíntesis va cambiando sus hojas verdes en rojas, ha adquirido el nombre de nochebuena? la cuestión parece fácil de resolver, porque en su ornamento maneja los colores convencionales con los cuales adornamos en Navidad, en torno a la Noche Buena. Pero hay todavía más.
Esta flor oriunda de nuestra tierra era conocida en la lengua náhuatl como cuetlaxochitl, flor que se marchita. Fue en la época colonial con el proceso de evangelización que fue utilizada para ornamentar los recintos sagrados y las casas para recordar la venida del Niño Dios. En Europa y Estados Unidos es conocida como “poinsettia”, pues el primer embajador gringo en México (1825) la internacionalizó y la dieron a conocer en base al apellido del embajador, Mr. Poinsett. En Argentina la llaman “estrella federal”, en Perú y Chile “corona del Inca o flor del inca”, en Nicaragua “pastora” y en Venezuela “papagallo”, por mencionar algunos de sus otros nombres.
El ocho de diciembre, además de festejar a nuestra Señora, la Virgen Inmaculada, también es el día de la Nochebuena. En diversos lugares de México se organizan conferencias históricas y medicinales al respecto, pues esta flor es todo un baúl de tesoros.
Algunos expertos recomiendan que los niños y jóvenes cuiden de un animal para adiestrarse en el compromiso con el medio ambiente y así aprendan a donar su tiempo y cariño a los demás. Cuidar una flor, cuando no se puede un animal, es también una escuela de humanización, pues me he dado cuenta que a las flores se les debe regar, poner y quitar del sol e incluso hablar bonito para que floreen. Es un verdadero arte. La Nochebuena requiere de muchos cuidados, tal como la vida de cada persona que convive a diario con nosotros. Un poco de maltrato y se debilita hasta secarse y morir, como los que viven en casa. Hablemos bien y bonito a las flores y a los hermanos, y alegremos nuestro corazón con una flor de Nochebuena y con una sonrisa al prójimo.
¡Feliz inicio de adviento!
P. Francisco Armando Gómez Ruiz