Código Alpha/Santiago Núñez:
Eran inicios de la década del 2000 en latinoamérica, la transición hacia el nuevo milenio abría en la región, las puertas de movimientos políticos que en un primer momento forjándose en bases sociales, en un discurso de apertura, pero sobre todo en una profunda penetración del tejido social de lo que en ese momento se conocía como las clases oprimidas en el continente, llegaban con fuerza dispuestos a incrustarse dentro de las estructuras formales de gobierno en muchos países de la región.
El ya fallecido ex presidente venezolano Hugo Chávez encendía pues una llama de triunfos para las izquierdas en distintos países en América Latina con lo cual la configuración política de la región cambiaría para siempre, algunos años después al triunfo del chavismo en Venezuela le sucedieron el gobierno de Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, entre otros.
Llama poderosamente la atención que el discurso que en muchos casos fue auto proclamado como socialista por los citados presidentes tarde o temprano se derivó en una especie de alianza política entre estos países, el llamado bloque bolivariano en latinoamérica fue extendiendo poco a poco sus tentáculos electorales y de control político para ser durante muchos años un referente político en la región y contar con una gran aceptación electoral.
Sin embargo hoy el ajedrez político latinoamericano es una complicada mezcla de ideologías, visiones y posturas; donde el único miembro que queda realmente en el poder de ese grupo de izquierdistas socialistas de comienzos del milenio es el boliviano Evo Morales, el cual es el mandatario en la región que más tiempo lleva gobernando. Hoy el gobierno de Evo Morales en Bolivia se encuentra sumido en la polémica debido a las manifestaciones y desmanes que ocurren en ciertos departamentos del Estado boliviano donde su partido movimiento al socialismo, se ha visto golpeado políticamente por una oposición fuerte, decidida y en contra del gobierno centralista, me refiero a las regiones de Beni, Panto, pero especialmente Tarija y Santa Cruz.
Las fuertes manifestaciones que se han originado en el país andino tienen su génesis en el proceso electoral del pasado 20 de octubre, catalizado por la incertidumbre de la ciudadanía que en un primer momento según los conteos oficiales habría de afrontar una segunda vuelta electoral, sin embargo y después de mucha polémica y de que hayan pasado casi 24 horas mientras se suspendían los consejos electorales, las autoridades en la materia en Bolivia daban sorprendentemente la noticia de que el presidente Evo Morales había ganado la elección y no era necesaria una segunda vuelta.
Lo anterior desató la ira de los manifestantes que sin dudarlo salieron a las calles para exigir transparencia, certidumbre y legalidad en el proceso electoral, manifestaciones que han venido a sumarse a los conflictos que ya han estallado en el gobierno del empresario Sebastián Piñera en Chile por el aumento al metro y el descontento social de la población en el país sudamericano, de la crisis nacional que enfrentó el presidente Lenin moreno en Ecuador por el aumento a los combustibles e incluso de las recientes manifestaciones en Uruguay, motivadas por una reforma que contempla la participación de militares en labores de seguridad.
Hablamos pues de países totalmente distintos en cuanto al origen, posturas e ideologías de sus gobiernos, pero encontrados en el sentir común de una ciudadanía que se a volcado a las calles para exigir que distintos temas de agenda pública sean abordados por sus autoridades; la furia latinoamericana que hoy invade las calles tiene fuertes componentes de participación social, que poco a poco comienzan a difuminarse por toda la región. En la región con los ingresos más desiguales de todo el planeta, hoy los ciudadanos han salido a la calle a manifestarse con el fuerte componente común de la indignación, el fantasma de la crisis económica, las carencias en el poder adquisitivo y en general por el descontento que existe en contra de gobiernos de toda ideología que al día de hoy según latinobarómetro y otras encuestas, en prácticamente todo el continente carecen de legitimidad plena ante los ojos de la población.
La furia que invade las calles de Santa Cruz, de La Paz, de Montevideo o de Santiago está ocasionada por distintos factores, pero no debemos de perder de vista que al igual que los movimientos de la primavera árabe: los cuales tenían orígenes distintos pero un trasfondo de indignación común, se derivaron en escenarios que pusieron en juego la gobernabilidad de muchos regímenes de la región y que cambiaron para siempre el panorama geopolítico en la zona.
Hoy es responsabilidad de todos los gobiernos latinoamericanos que se enfrentan a este fenómeno, el asumir esta crisis de manera republicana, soberana, pero sobretodo con un alto sentido de justicia y preservación del Estado de derecho; siempre tomando en cuenta el tacto político para manejar el descontento que parece aumentar en toda la región. Pero principalmente debemos de mencionar que ese elemento común en todas estas crisis es la indignación de un pueblo latinoamericano que se ha lanzado a las calles debido a la falta de sensibilidad política de los gobiernos de la región.
Ejemplos paradójicos como en el llamado estado plurinacional de Bolivia, donde un presidente que se autoproclama como socialista utiliza al mismo tiempo un dassault falcon como avión presidencial. Lo mismo ocurre con un presidente surgido de la iniciativa privada en Chile, el cual ha impulsado reformas que impactan de manera negativa en el poder adquisitivo y en el día a día de los chilenos, jugando paradójicamente con los ingresos y poder adquisitivo de la gente en el país que mejores tasas de crecimiento económico presenta en la región; mismo caso de Lenin Moreno que durante mucho tiempo fue vicepresidente con Rafael Correa y que el día de hoy promueve políticas totalmente contrarias a su discurso de carácter incluyente y social.
Latinoamérica siempre ha sido un toro bravo de gobernar y si hoy los gobiernos de cualquier ideología no tienen el mínimo tacto político para darse cuenta del riesgo potencial que conlleva una crisis social de carácter generalizado en toda la región, nos enfrentamos a la posibilidad real de tener una especie no de primavera árabe, sino de otoño latinoamericano que cambie para siempre la geografía política de la zona.
La respuesta natural de los gobiernos es ambivalentemente sencilla de descubrir, pero compleja de aplicar: abatir la desigualdad social, respetar las instituciones y procesos electorales, así como el marco normativo que garantice la gobernabilidad en cada país, crear fuentes de empleo, atacar las carencias sociales y generar mejores condiciones de vida en la región. En tanto las autoridades no trabajen en estas áreas lo único que están haciendo es soltar poco a poco la cadena del tigre detrás de las manifestaciones…
Sergio Santiago Núñez Galindo
Abogado y consultor.
Candidato a especialista en seguridad nacional.
santiagonunez@alphaconsultores.com.mx