Recuerdos de Reportero/ Leovigildo González
Michoacán ha sido el experimento de prácticamente todas las estrategias de seguridad implementadas, aquí de igual forma hubo varias versiones oficiales que se contrastaron con la realidad.
En 2006, Felipe Calderón entonces presidente del país, mandó una ‘guerra’ contra el narco, su inicio, en Apatzingán. Con el despliegue de 8 mil militares arrancaba una estrategia que finalmente a 13 años, no ha podido regresar a los elementos castrenses a los cuarteles.
Pero a la par de la estrategia de seguridad, hubo una de comunicación, ensalzaron las acciones militares, y exhibieron la debilidad de los delincuentes. En 6 años de Calderón los elementos del Ejército acompañaban a reporteros a levantar imágenes de como quedaban quienes se atrevían enfrentarlos, en la semiótica era la traducción de la fuerza del Estado sobre los que querían desafiarlo.
Es imposible olvidar como el Gobierno Federal en 2010 dió por hecho la muerte de uno de los líderes de la entonces Familia Michoacana, Nazario Moreno, para así justificar las acciones de la Policía Federal en Apatzingán, lo cual años después fue desmentido ya que el conocido como ‘Chayo’ no había caído.
Al llegar Enrique Peña Nieto, de igual forma no pudo regresar al Ejército a los cuarteles, sin embargo, la comunicación oficial, también llevaba matices de fuerza de Estado, incluso fue el propio Presidente quien dió la noticia sobre la captura de uno de los narcotraficantes más poderosos del mundo, El Chapo Guzmán.
Y es que la fuerza del Estado, también radica en la forma de comunicar a la misma, lo sucedido el pasado jueves exhibió una brutal debilidad, desde el mismo Gobierno Federal.
Las versiones nunca fueron en línea, de entrada, el Presidente no canceló su gira por Oaxaca (estado donde tiene un altísimo nivel de popularidad) y por el contrario, dejó que su secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, cometiera gravísimos errores no sólo operativos también de comunicación.
Y es que fue el propio Durazo quien acompañado de los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina, dió la noticia de que habían detenido a Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo.
Luego una hora después de su anuncio en redes sociales, al ser cuestionado por reporteros, dijo que se había liberado.
En ese lapso entre el anuncio de su detención y luego la aceptación de su liberación, fueron minutos de una guerra desatada y sin control, dónde el Ejército fue superado en número por hombres armados.
El Cártel de Sinaloa mostró el poderío, cientos de sujetos armados con fusiles de asalto salieron a las calles a desafiar al Estado, lo lograron, sometieron a quienes se les atravesaron e incluso mataron a un militar para enviar un mensaje de debilidad ante sus acciones.
En el momento en que el Gabinete de Seguridad decidió soltar al hijo de El Chapo, ahí perdió México y con eso se mostró que Andrés Manuel López Obrador no es un estadista.
AMLO horas después en la mañanera del pasado viernes, aceptó que la decisión de soltar al capo él la respaldaba.
Días antes, el narco había asesinado a 13 policías en Aguililla, que también exhibía debilidad de Estado, sobretodo por la falta de eficacia del Gobierno Federal en someter a los grupos de la delincuencia organizada que lo desafían diariamente.
No hay peor crisis que la que se genera desde el interior de los Gobiernos, superarla será complicado.
El Pilón
AMLO necesita cambiar su discurso en materia de seguridad, correr algunos, y a partir de ahí, buscar hacer cambios sustanciales. La Guardia Nacional ha quedado a deber.