Código Alpha/Santiago Núñez
Colombia y México son dos países que comparten muchos aspectos culturales, pero también desgraciadamente ambas naciones tienen el pasado común de haber vivido momentos muy complicados en materia de seguridad, particularmente en lo que refiere al combate contra las estructuras de la delincuencia organizada y el narcotráfico.
El día a día en cualquier ciudad colombiana implica una convivencia común con los cuerpos de seguridad, con la policía nacional y con el vivo recuerdo de una guerra que le costó mucha sangre, mucho dinero y que puso al borde del colapso al Estado colombiano en la etapa conocida como el narco terrorismo: cuando los cárteles de la droga detonaban coches bomba cada ocho días, cuando las matanzas eran cosa común, cuando mataron a un candidato a la presidencia de la República y derribaron un avión de Avianca.
Durante muchos años el término colombianizar se utilizó como un adjetivo despectivo y que representaba el fracaso en las estructuras y estrategias de seguridad, sin embargo después de que se aplicaran una serie de reformas estructurales a su normatividad, a sus cuerpos y a su estrategia de seguridad, poco a poco el Estado colombiano le fue haciendo frente de manera exitosa a esta difícil tarea.
Hoy podemos decir que en pleno siglo XXI el Estado mexicano se encuentra dentro de la primera de las situaciones que ya señalaba, en primer lugar porque parece que desde la élite gobernante en este país, los acontecimientos del día de ayer en Culiacán son cosa menor, intrascendentes o bien no son suficientes para prender las alarmas ante un incendio que resulta inocultable.
Lo que vimos ayer en Sinaloa fue la derrota completa y absoluta para el Estado mexicano ante un cartel de la droga que mostró tener organización, poderío y demasiadas cartas como para poder no negociar, sino imponerle su agenda al gobierno y doblarlo de rodillas ante el terror ocasionado en la capital de Sinaloa. La liberación de un objetivo de alto valor que había sido detenido por las Fuerzas Armadas mexicanas y que se derivó en las balaceras, bloqueos y enfrentamientos en Culiacán, no hace sino ratificar que al día de hoy el gobierno federal no pudo contener la violencia generada por un grupúsculo delincuentes y que abiertamente ha aceptado su responsabilidad en la decisión de liberar a un detenido a cambio de parar la carnicería en Sinaloa.
Más allá de la responsabilidad política que eso conlleva, también estamos siendo testigos de una gravísima omisión de los altos mandos en materia de seguridad y de inteligencia en este país, pasando por el presidente de la República, en una liberación en la cual el Estado mexicano resulta cómplice, comparsa y hazme reír de los grupos delictivos. El mensaje que se manda a los cárteles de la droga, a la sociedad mexicana y al mundo entero es que el gobierno mexicano arriesga a sus fuerzas de seguridad, se lanza en operativos que no tienen estrategia ni labor de inteligencia y después echa para abajo todo el circo ante la brutal respuesta de las organizaciones delictivas, un estado que no tiene dientes, un estado que no tiene cabeza, un estado que carece de rumbo y que peor aún se ve maniatado por la violencia y respuesta contundente de facto de las organizaciones criminales.
Ni la guardia nacional, institución que nació sin pies ni cabeza, ni las conferencias mañaneras, ni las declaraciones absurdas, ni las culpas en un pasado omiso exonerarán a este gobierno que el día de hoy ha pasado a la historia por haberse ha doblado ante un grupo de bandidos, por haber faltado a su deber constitucional de preservar la paz, la seguridad y la justicia, el gobierno fue superado en capacidad de fuego, en organización, en reacción militar, en absolutamente todos los sentidos.
Si los acontecimientos de ayer en Culiacán no son suficientes para que de una vez se plantee una estrategia Nacional de seguridad metodológicamente efectiva, legalmente aplicable, estratégicamente planteada, no sé qué está esperando el gobierno de la República para reconocer que el país está en llamas y que la violencia en el México del siglo XXI pone al gobierno federal de rodillas ante la agenda que le están marcando los grupos delictivos en nuestro país. Por el bien de México ha llegado el momento de que el presidente deje de vivir en un mundo de mentiras, en una paranoica realidad donde todo aquel que no aplaude como foca bien amaestrada es un traidor, un mezquino y un conservador y donde presente cifras alegres, frases estúpidas y chistes jocosos para justificar su ausencia de estrategia.
Estamos en el mismo lugar donde estaba Colombia a finales de la década de 1980, tenemos la cabeza metida en las fauces del tigre y las decisiones que tome hoy en la presidencia de la República definirán que sigue en materia de seguridad y de gobernabilidad…
Sergio Santiago Núñez Galindo
Abogado y consultor.
Candidato a especialista en seguridad nacional.
santiagonunez@alphaconsultores.com.mx