Por: Francisco Armando Gómez Ruiz
Sigamos hablando de la belleza en el obrar del ser humano. Habíamos dicho que una acción buena también puede ser calificada como bella, pues la bondad y la belleza se dan la mano.
Al conjunto de acciones buenas, a la repetición de hábitos buenos se les llama virtudes. Cuando repetimos acciones bellas podemos decir que tenemos la virtud de la paciencia, de la fortaleza, de la caridad, en fin. En la actualidad no está de moda la palabra “virtud”, los corporativos y las instituciones prefieren hablar de “valores”. Entonces nos encontramos expresiones así: “nuestros valores institucionales son”, “obtiene los valores que necesitas”. Conversando con un amigo filósofo me dijo: dejemos los valores y tomemos las virtudes. Y, en efecto, cuando involucramos a las virtudes y saltamos los valores, hay un fuerte compromiso, porque el valor se presume mientras que las virtudes se practican.
“Tienes el valor o te vale”, así llegó al oído y a la vista la invitación que una campaña hizo para conscientizarnos del compromiso que tenemos todos los días de ser buenos ciudadanos. Si por valor entendemos que se requiere su respectiva virtud para alcanzarlo, perfecto. Pero si nos estamos hartando de discursos repletos de valores pero sin una pizca de virtud, ha llegado el momento de completar charlas motivacionales con proyectos de formación que generen virtudes.
Un mundo con muchos valores pero con pocas virtudes es un mundo falso. Una sociedad que habla mucho pero hace poco cae en la ruina. El valor indica la dirección del camino, pero la virtud hace el camino. Más virtudes y menos valores.
El portal de la virtud parece poco entusiasmante, muchos lo ven y pocos quieren acercarse para cruzarlo. No es para menos, pues se exige el compromiso de la vida misma. Recordemos que una obra de arte es bella porque permanece así y justo ahí. Así el cuadro, la escultura, el libro. Tú y yo seremos moralmente bellos si nuestras acciones buenas están aquí y justo aquí, si permanecen. La virtud asegura la presencia de la belleza en el obrar, pues es constante.
En la Iglesia Católica existen los procesos para declarar santa a una persona, y durante la investigación para probar que la fama de santidad en verdad es tal, importan poco las visiones y otros milagros que ella haya obrado, sino las virtudes que haya practicado. La Iglesia, entonces, basándose en las virtudes que aquel practicó, declara que este ser humano en turno es digno de inspiración para la sociedad.
Los valores atraen y las virtudes espantan; sin embargo, se requiere de uno y de otro discurso.
El recorrido de la belleza moral inicia en el pórtico del valor y pasa necesariamente por el de la virtud.
P. Francisco Armando Gómez Ruiz