En 1973 falleció John Ronald Reuel Tolkien, gran literato de Gran Bretaña. Para familiarizarnos más con este autor indiquemos esos libros y películas que seguramente has leído, visto o escuchado de su existencia: El Señor de los Anillos, El Hobit, la saga del anillo para resumir todo. Tolkien, así mejor conocido, hoy reconocido como el escritor que consolida las narraciones de fantasía que marcan definitivamente el siglo XX y todo lo que hasta ahora hemos visto. La popular saga Harry Potter pertenece a esta escuela de Tolkien en la bella ciudad de Oxford.
A mediados del mes de junio 2019 se estrenó en México el filme J.R.R. Tolkien. Probablemente ni tú ni yo nos dimos cuenta, pasaron las vacaciones y al parecer no hubo muchos espectadores, rápido lo despidieron de las carteleras. En países anglosajones corrió con mejor suerte.
Lily Collins, Nicholas Hoult, Colm Meaney y otros actores dieron vida sobre todo a ese grupo de chicos que desde muy jóvenes formaron una alianza con miras a cambiar el mundo a través del arte. Los chicos se reunían frecuentemente a tomar el té y hacer críticas literarias a la música, a la novela, a la poesía y situaciones apremiantes de la cultura. Fue la primera guerra mundial la que hace estragos entre ellos y disuelve la fraternidad con la muerte y las fuertes impresiones de los vivos.
Fotografía excepcional, buenas actuaciones, guión versátil que eligió episodios de la vida de Tolkien logrando contar su historia entre los hechos y las aspiraciones del escritor. Y el mensaje de la obra artística de claridad sin igual, dicho por Tolkien a su amada Edith: “no mereces felicidad, mereces magia”. Y no se trata de hechizos o situaciones por el estilo. En la educación de Tolkien el tema de lo trascendente, es decir, de lo religioso, de Dios para no darle más vueltas, es transversal a toda su vida: en el amor busca el rostro de Dios, en la amistad busca a Dios, en medio de las tragedias que presencia en las batallas de la guerra intenta sublimar para descubrir la magia, a Dios.
De la felicidad a la magia se pasa cuando se acepta la vida tal como es, con sus zonas francas y aquellas minadas, de la felicidad a la magia se pasa cuando se es capaz de sacrificarse por los demás.
Tolkien había inventado un lenguaje absolutamente nuevo, “élfico”, pero Edith le recuerda que no hay idioma que no tenga historias de por medio, grabadas en una tierra específica y con un pueblo que lo hace hablando; Tolkien comienza todas las historias de fantasía. El élfico ya tiene una tierra, la tierra media, que es un continente ficticio donde suceden todas las historias, y un pueblo en el cual viven hobits, elfos, horcos, magos, princesas, y demás seres. La magia, lo divino pues, tiene felicidad pero la hace estremecerse, la magia tiene una tierra que provoca viajes que prueban, que forjan amistad y que construyen comunidad. Aquí está la clave de toda la obra literaria de Tolkien: amistad, comunidad que se construye a través de aventuras.
Esto fue el pórtico mágico de hoy.
P. Francisco Armando Gómez Ruiz